El compromiso con el tránsito ordenado, fluido y seguro está reñido con la manera en que muchos agentes de tránsito utilizan sus teléfonos celulares.
Este uso y abuso se ha convertido en un problema grave. Los agentes son servidores públicos llamados a mantener el orden y no a ser foco de posibles problemas. En cada ciudad -Quito incluida- se advierte que agentes hablan y escriben mensajes y pocas veces regresan a mirar lo que sucede en las calles, como si con ellos no fuese la cosa. Es una conducta inadmisible.
Quizá por esa razón, una medida radical como la adoptada por la Autoridad de Tránsito Municipal en Guayaquil, de prohibir el uso de celulares a los agentes, deba replicarse en todo el país.
Es verdad que los agentes deben tener elementos de comunicación, dispositivos para verificar documentación y equipos de emergencia para pedir apoyo o solicitar ayuda en caso de un accidente. Pero los teléfonos móviles, que tanta utilidad prestan a los usuarios, se han convertido, por fuerza del abuso, en un impedimento para que muchos agentes se ocupen de evitar accidentes y procurar que el tráfico fluya.
El caso de los agentes no se compara con el riesgo hasta vital que supone el mal uso de aparatos inteligentes por parte de conductores de autos particulares, taxis y buses, así como de los motociclistas, ciclistas y de los propios peatones, como elemento de distracción constante. Pero se trata de un tema que debe ser regulado con urgencia.