La Asamblea Nacional al fin encuentra un camino que luce coherente. Por primera vez desde mayo del 2017 se ve una luz.
Su andar ha sido tortuoso, entre las rupturas de un bloque oficial que era numeroso -74 legisladores- y que terminó partido en dos. Un ala se quedó con el nombre y el movimiento (Alianza País), identificada con el Presidente, y otra que se hace llamar Revolución Alfarista y que responde a la visión del exmandatario convertido en opositor furibundo de Lenín Moreno. AP cuenta con 27 asambleístas y RA, con 29.
La corrupción que se empezó a investigar, los exministros prófugos o detenidos y el vicepresidente en la cárcel y destituido dejó al oficialismo en cisma.
La Asamblea sufrió una especie de parálisis y apenas algunos episodios aislados pero simbólicos llegaron hasta la destitución del titular de la Legislatura y coparon el debate político pero anularon la acción legislativa.
Esta semana se esperaban reformas económicas para aplicar el plan del Ejecutivo pero estas no llegaron.
La Presidenta de la Asamblea, con el Consejo Administrativo de la Legislatura y los jefes de las bancadas, llegaron a un acuerdo por primera vez en mucho tiempo; hay una agenda de 48 proyectos hasta mayo de 2019 entre los que estarán las leyes económicas urgentes; se estudiará en una primera etapa hasta agosto el Código de la Democracia y la Ley de Comunicación. Así se podrá, acaso, reparar en algo la estropeada imagen de la Asamblea Nacional.