El vértigo del estilo de gobernar se expresa en la estrategia de propaganda elevada a política oficial. Cuando los problemas de balanza comercial agobian; cuando no hay explicaciones en torno a denuncias sobre personajes o acciones de la esfera gubernamental; siempre aparece algún tema que se sobrepone y se proyecta de modo exponencial.
Todo el país recibió con sorpresa la noticia de las medidas que afectan a los cupos de las importaciones y los impuestos en artículos como autos, electrodomésticos y hasta teléfonos celulares, con la consecuencia de la posible elevación de sus precios en el mercado.
La caída de los precios internacionales del petróleo, pese a la estrategia fallida de la OPEP para evitar el desbarajuste de las economías en los países productores, es otro factor de honda preocupación en un país que se acostumbró a vivir con gasto exagerado y un Presupuesto inmenso.
Pero hay otra agenda que se superpone. La discusión sobre el posible asilo de Julián Assange, el pirata informático australiano que se asiló en la sede diplomática ecuatoriana en Londres, llamó la atención de los medios por los intersticios del espinoso asunto y la deriva diplomática que pudiera tener. La defenestración de Fernando Lugo en Paraguay y la reacción internacional también agitó el cotarro y desvía la atención sobre los grandes temas internos.
Paralelamente, para evitar contradicciones insalvables y no responder a las demandas de la prensa libre y a las preguntas cuestionadoras, la inopinada medida de prohibir a los funcionarios asistir a entrevistas, se inscribe en esa misma agenda que deja qué desear en la necesaria transparencia y rendición de cuentas efectiva que corresponde a una democracia real.