La adolescencia en Ecuador transcurre entre múltiples riesgos. No solo compromete el presente de los jóvenes, sino su futuro.
Aunque sus contextos varÃan, adolescentes con o sin recursos económicos tienen algo en común: están expuestos a violencias, abandono emocional, estrés académico, presión social, adicciones, embarazos tempranos, depresión, entre otros. Lo más alarmante es que muchos viven estos procesos en silencio, sin acompañamiento.
Los datos son contundentes. Entre enero y febrero de 2025, el Ministerio del Interior registra 101 homicidios de menores de 18 años, un aumento del 55% frente al mismo periodo de 2024. Más de 480 adolescentes están en centros de infractores, según los datos del Snai.
El suicidio es la tercera causa de muerte entre ellos. Además, cada 28 minutos nace una niña o adolescente en Ecuador; muchos de estos partos no provienen de relaciones consentidas. Y más de 21 000 casos de violencia sexual contra menores fueron registrados en la última década.
En este contexto, el papel de la familia y, especialmente, de los padres, es insustituible. No basta con cubrir necesidades materiales: los adolescentes necesitan lÃmites, afecto y una comunicación constante.
Padres presentes, emocionalmente disponibles, con normas claras, pueden marcar la diferencia en la vida de un joven. Pero los padres no pueden ni deben hacerlo solos.
El cuidado de los adolescentes debe ser una tarea compartida. Las escuelas deben reforzar su rol formativo más allá del rendimiento académico, incorporando la salud mental y emocional en el dÃa a dÃa. Los psicólogos escolares necesitan ser escuchados, fortalecidos y respaldados con polÃticas claras. Los municipios deben generar espacios seguros, actividades recreativas y redes de prevención, que cubran el tiempo libre.
La comunidad también debe asumir su parte. Un vecino que observa, un adulto que escucha, un lÃder barrial que propone alternativas pueden convertirse en factores de protección.
La corresponsabilidad es clave. Si seguimos dejando solos a los adolescentes, ellos seguirán buscando en la calle o en las redes sociales aquello que no encuentran en casa o en su entorno cercano.
Cuidar a un adolescente es una inversión social. La familia es el núcleo, pero el tejido que la sostiene debe fortalecerse desde todos los frentes. Es urgente, es posible y es tarea de todos.