Francisco Carrión Mena, diplomático, escritor de opinión, hombre culto, titula ‘No es por la edad’ un artículo valiente a favor de los miembros de la comisión anticorrupción que han llevado una lucha frontal contra conatos, amagos o concreciones de enriquecimiento ilícito, de parte de tantos de los que sabemos o no…, afán que culminó en imputaciones vergonzantes, de las que, desde hace más de diez años, intimidan, saturan de amenaza y tristeza.
Concuerdo con el articulista en lo esencial, pero no coincido en su certeza de que no es la edad la que hizo de cada uno de estos luchadores por la verdad y el bien, seres humanos buenos, capaces de exponerse y desafiar torpezas y ansias de dominio y poder.
El viejo Borges traduce el arte del vivir: “Mirar el río hecho de tiempo y agua / y recordar que el tiempo es otro río, / saber que nos perdemos como el río / y que los rostros pasan como el agua”. Sí es por la edad, pues el aprendizaje del pasar solo es posible en la experiencia consciente del deslizarse del tiempo. Porque en el tiempo permanece y se vuelve más noble lo atesorado día tras día. La época en que nacieron algunos de ellos era tiempo de sueños y palabras hoy casi perdidos: vocación, ideal, esfuerzo, estudio, tan distinto y aparte, de estos días de consumir incesante, señuelo de una vida ‘feliz’; de las banalidades que nos mantienen cosificados y ansiosos de comodidad y apariencia, de las que nada perdurará en el porvenir. Entonces, todavía se buscaba el sentido de la vida.
Sí es por la edad: aunque el agua del río no vuelve ni vuelve la vida, vida y agua buenas fecundan, dan savia a su paso; dotan de significado a cada instante pasado y por pasar.
La mayoría de los ¡acusados! perteneció a generaciones idealistas, se formó soñando en transformar para todos la realidad; en buscar la equidad y la justicia contra la inequidad que explotan para su poder los demagogos.
Aprendieron a acertar, tras equivocarse; fueron constantes; lucharon, aspiraron y soñaron en un inagotable día futuro, limpiándose como el agua contra las piedras, desafiando los riscos, las quebradas, los troncos. Sí es por la edad, testimonio de la constancia y el valor de sus sueños, probados en la coherencia cotidiana. Aprendieron y enseñaron. Sus días les eximieron de la invasión feroz de Twitters, Facebooks y otras hierbas virtuales que nada comunican. Ejercieron su progresiva lucidez en este irse que es la vida, y en ella probaron su consistencia y vigor interior. “Nadie, ni sus contradictores políticos, pueden dejar de admirar su estatura moral”, dice Francisco.
Y Borges: “Ver en el día o en el año un símbolo / de los días del hombre y de sus años, / convertir el ultraje de los años, / en una música, un rumor y un símbolo”… Y, como Ulises, “harto de prodigios, / lloró de amor al divisar su Itaca / verde y humilde’, llegarán a la suya y llorarán. Sí, es por la edad.
scordero@elcomercio.org