No es por la edad

No, no es por la edad, es por su integridad, su honestidad, su vida transparente, su capacidad y coherencia, su recorrido vital haciendo desde su respectiva trinchera el bien por el Ecuador, que todos los miembros de la Comisión Nacional Anticorrupción, merecen el reconocimiento de los ecuatorianos. Y, de su parte, la condena frontal al poder por la vileza del ataque judicial del que han sido objeto.

Los miembros de la Comisión, nos han dado una lección de civismo y de rectitud y, al propio tiempo, al poder lo han desnudado y ridiculizado.

¿Dónde y cuándo se ha visto que las instituciones responsables de controlar la correcta administración de recursos públicos denuncien a entidades cívicas que luchan, asimismo, desinteresadamente contra la corrupción con el solo peso moral de sus miembros y con su sacrificada persistencia? ¿En qué país que se civilizado se los persigue y se los pretende sancionar? Parece que solo en el Ecuador hemos llegado a esos extremos inauditos de falta de valores y de sensatez.

La edad de Isabel Robalino no es lo más importante. Es su inteligencia, su capacidad de lucha, su alineamiento a favor de los trabajadores, a la cátedra, a la causa de las mujeres –aquí una paradoja insólita, una mujer, una jueza, juzgándola cuando sin la lucha de la Dra. Robalino probablemente nunca habría podido llegar a ese lugar-, a la legislatura, la que verdaderamente cuentan.

No es la edad de ese sabio ser humano que es Simón Espinosa lo más relevante. Es su erudición, su conocimiento, sus escritos, su enseñanza generosamente compartida con los jóvenes lo que le hacen grande y merecidamente admirado por todo ecuatoriano de bien. Su lucha infatigable, no de ahora, por la justicia y contra la corrupción es manifestación de su personalidad señera e inquebrantable.

De ese político coherente, luchador, defensor de los débiles, los indios y los trabajadores, que ha sido durante toda su vida Julio Cesar Trujillo, la edad es secundaria. Su trayectoria y lo que ha hecho en su vida es su verdadera valía. Nadie, ni sus contradictores políticos, pueden dejar de admirar su estatura moral.

Tampoco es por la edad –menor por cierto- de Jorge Rodríguez, cuyo infatigable liderazgo de como luchador por la honestidad, que merece el bien de la nación. Ni tampoco es por la edad de Germán Rodas -igualmente más joven-, socialista, coherente con sus ideas, historiador y maestro que es merecedor de reconocimiento. Ambos han combatido la corrupción, que actualmente nos invade y corroe hasta hacernos perder la noción de lo que es una patria sana y honesta.

Lenin Moreno se pronunció contra esta ignominia. ¿Será que días mejores se avecinan? Hago votos por ello.

fcarrion@elcomercio.org

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