La muerte del famoso futbolista Christian Benítez, cariñosamente llamado el “Chucho”, seleccionado de nuestro país, al que le dio repetidas glorias, ha conmocionado a los ecuatorianos y a otros pueblos, no solamente por la ausencia definitiva de uno de los mejores deportistas, sino por los valores humanos que lo adornaron en su sencillez: voluntad inquebrantable, innata simpatía, alegría contagiosa, amor y preocupación por sus seres queridos, generosidad con sus compañeros y entereza para sobreponerse a la adversidad. Por esta razón ha ido al encuentro con el Creador, dejando un recuerdo de admiración y afecto imperecederos que ha determinado que, en el Ecuador y el mundo, se le rindan múltiples y espontáneos homenajes.
Christian Benítez nos cubrió de gloria a los ecuatorianos y profundizó el reconocimiento y admiración nacionales a las personas de su raza -las nacidas en nuestro país y las que han hecho de él su patria-; las que le han aportado grandeza y gloria al Ecuador con su carisma, especialmente en los campos de la cultura, el arte y el deporte: noble argamasa que une a los pueblos.
Tuve hace casi setenta años un compañero de raza negra en la escuela: Augusto Aguilar, que tenía el reconocimiento y afecto de profesores y alumnos por su destreza deportiva. En mi pueblo, jamás se lo discriminó.
Cuando en 1960, recién graduado de subteniente del Ejército, fui destinado al Batallón Nº 3 “Pichincha”, en la provincia de El Oro, en circunstancias de grave tensión con el Perú, a raíz de que el Dr. Velasco Ibarra declarara la nulidad del Protocolo de Río de Janeiro, el Sargento Celio Enrique Carabalí, el “Negro Carabalí”, -que nos alegraba con su guitarra-, como segundo en el mando de mi pelotón, me ayudó generosa y lealmente a sortear las deficiencias propias de un oficial recién graduado, inclusive me asistió con sabiduría y prontitud cuando sufrí la mordedura de una culebra. ¡Era, con honra, un excombatiente de 1941! Las Fuerzas Armadas se han nutrido desde siempre con soldados de raza negra, reconocidos por su valor y lealtad. Algunos de ellos figuran entre los “Héroes Nacionales”.
Los ecuatorianos de raza negra también brillan en el firmamento de la literatura, como el gran poeta Nelson Estupiñán Bas, y en la música y danza, con numerosos y magníficos cultores; no se diga en el atletismo y el deporte, donde internacionalmente fulguran como estrellas rutilantes de gloria. A ellos se unen otros esforzados compatriotas de raza negra que cotidianamente ayudan a construir material y espiritualmente a la patria, como aquel heroico joven Quiñónez que, arriesgando su vida y sin tener ninguna obligación que no fuera su nobleza y solidaridad, trepó por el frontispicio de un alto edificio de Guayaquil, para salvar a unos niños atrapados por un incendio.