Nadie está a salvo. Todo el mundo puede ser llamado bárbaro. Basta ubicarse en un punto geográfico, para que todo aquello que quede fuera del mismo sea calificado como tal. Así operan las fronteras, así operan los países, en todas las latitudes. Lo observó muy bien, hace casi un siglo, Henri Michaux, en su libro «Un Bárbaro en Asia», que subdividió en diferentes capítulos, Un bárbaro en la India, Un bárbaro en Japón… Y por supuesto, uno en la China, que hoy nos ocupa. Muy astuto el galo, a la hora de disimular la grandeur.
Bárbaros somos todos, como decía, y también este ecuatoriano, que hoy les escribe y que visitó El País del Centro el pasado septiembre. No es mal mes para visitarlo. Se han esfumado ya los sofocantes calores estivales, y todavía no ha asomado el gélido invierno de las estepas. El tiempo moderado templa el juicio, cuando los ánimos se agitan, azuzados por la política y las guerras comerciales, por decir lo menos.
Es cierto que lo que recogió Michaux, a principios del pasado siglo, ya no es totalmente válido. Sin embargo, varias de sus observaciones todavía aplican, y mal haríamos en desecharlas, si queremos sacar el máximo provecho del Tratado de Libre Comercio entre nuestro país y China. ¡Nada como un francés para poner orden!!
El chino lo imita todo con una sumisión al modelo, que nos deja perplejos —viene a decir Michaux. El chino imita hasta un vestido parisino o un sarcófago, sin equivocación, ni aprendizaje —no deja de recalcar Michaux. Como es bien sabido, la innovación, en la que se fundamenta el progreso de los países, se compone tanto de la prestigiosa invención, como de la denostada imitación. El motor de la industria manufacturera china, que ha obrado el milagro de sacar de la pobreza a 800 millones de personas, se ha basado en lo que se podría llamar el modelo de imitación masiva, esto es, la reproducción indiscriminada de la innovación de otros países, por medio de esa misma pobre e ingente mano de obra disponible. No por nada, China se ha ganado la reputación de imitador global.
Por soberbia criolla, o bárbara, tendemos a despreciar la imitación. Sin embargo, no despreciamos a Apple, porque Steve Jobs copiase la idea del ratón de Xerox. Nadie llega solo a ningún sitio. Hasta los genios roban. Para competir con China, o con quien sea, la imitación debe ser un arma más. Los pintores se hartan de copiar e imitar a los clásicos, y a todo el mundo le parece bien. La imitación debería ser una opción más antes de equivocarse. Una de las tácticas del ajedrez es realizar movimientos similares al del oponente.
Algunas de las empresas internacionales más de moda lo han comprendido, y en busca de inspiración, no le quitan el ojo a sus rivales chinos. Eso fue lo que hizo Facebook en 2019 cuando agregó una opción de pago integrada a su función de chat, cinco años después de que WeChat introdujera una opción similar a gran escala, en un ejemplo pionero de cómo fusionar productivamente los mundos de la tecnología social y comercial.
Así operó Amazon, cuando modeló su Prime Day (un evento anual tremendamente exitoso durante el cual los miembros Prime reciben todo tipo de ofertas y descuentos), basándose en El Día de los Solteros de Alibaba. Instagram tomó de TikTok la idea de su función Reels. Y la lista sigue y sigue.
Si bien la innovación está girando hacia el Este, China tan solo ocupa el undécimo puesto en el Índice Global de Innovación (2022). Según el informe de La OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) de 2022, hubo unos 1,58 millones de solicitudes de patentes chinas. A China le siguieron los Estados Unidos (505 539), Japón (405 361), la República de Corea (272 315) y Alemania 155 896). Sin embargo, como señala el experto en China, Mario Esteban, «el desarrollar un ecosistema tecnológico líder en innovación es mucho más complejo»(Introducción a la China actual, septiembre 2024). No solo se trata de liderar el ranking de solicitud de patentes, como lo lidera china.
Para hacernos una idea de cómo está la situación en nuestro país, en opinión de investigadores de la Universidad Politécnica Estatal del Carchi, «existen apenas 18 patentes concedidas en el año 2020. En comparación con la producción mundial, Ecuador apenas aporta con el 0.013%, considerando los 3.224200 millones de solicitudes de patentes globales» (Panorama tecnológico ecuatoriano: Solicitudes de patentes en Ecuador entre 2011 y 2020, una revisión 2021).
Decía también Michaux, que «el chino se adapta, comercia, calcula e intercambia». Mucho de esto, y de lo otro, hace falta en Ecuador para mejorar, detectando en China, cuáles de sus mejores prácticas, son imitables e intercambiables, tal y como hemos hecho con las de Estados Unidos.
“José Félix Valdivieso, “Director de IE China Center”, autor del libro “China para los nuevos bárbaros” (Nola editores, junio 2024)”.