Es como para tranquilizarnos: uno de nuestros novelistas forma parte del ‘boom’ latinoamericano. Es decir de aquella generación, cuajada ya, que a las letras de nuestro subcontinente las situaron en el imaginario universal. Y tanto como que a partir de entonces para muchos existimos.
Se trata de Marcelo Chiriboga, autor de la novela ‘La caja sin secreto’, que sorprendió a los agentes literarios. Como sucede en nuestros páramos nadie la había leído, pese a que obra y autor han tenido panegiristas de la talla del mexicano Carlos Fuentes, recientemente fallecido, y de José Donoso, chileno. Para que las cosas queden situadas, el avisado lector debe saber que tanto Carlos Arcos Cabrera como Diego Cornejo Menacho, ecuatorianos, han contribuido con precisiones que nunca están por demás cuando se trata de escritores desconocidos inclusive para quienes tienen el hábito de la lectura y deambulan por las librerías de viejo en busca de ‘novedades’.
Según Cornejo, Chiriboga nació en Riobamba y no en Cuenca como señalan los cronistas del ‘boom’. Así debe ser, pues de acuerdo a Donoso “lucía, desde su presencia aristocrática, su cabellera plateada, su piel morena o cetrina –quemada por los hielos de Riobamba, digo yo-, su rostro adusto –tan propio de quienes crecieron rodeados de indios miserables como los del Chimborazo, también es mi opinión-”. La vida de provincia serrana, inaguantable para Marcelo Chiriboga. De Riobamba a Quito, mal o bien la capital, una desilusión. Tanto los nacidos en la carita de Dios como en otras extremidades del Altísimo, chagras perdidos, satisfechos pues no tienen términos de comparación. Según se le oyó a Marcelo Chiriboga “la vida intelectual de Quito es insuficiente, hostil, devoradora”. Al igual que su coterráneo César Naveda Ávalos, Chiriboga se afilió al Partido Comunista como reacción a las injusticias sociales más espantosas que sufrían los indios de su provincia, y del resto del país según pudieron constatar.
Una gran novela la que escribió Chiriboga. Tanto es así que en un rapto de honestidad extrema José Donoso dejó consignado que “Quisiera escribir como Chiriboga. Pero no puedo”. Se asegura que ganó el Premio Cervantes, el mayor galardón para los escritores de lengua castellana. Yo tengo mis dudas: la obra de Chiriboga se reduce solamente a una gran novela. Al igual que Humberto Fierro, Chiriboga cayó en lo peor: de burócrata en una ciudad en la que el tedio es espeso. Huyó a París. Allí falleció de cáncer al hígado, dicen. Yo me inclino por la cirrosis –los tragos no perdonan, decían las abuelas-.
Cuando Fuentes y Donoso crearon al novelista Marcelo Chiriboga, con el que nuestro país estuviera representado en el ‘boom’, debió animarles sentimientos encontrados: generosidad, sarcasmo, aprecio, ironía. A tales extremos había llegado la literatura ecuatoriana.