¡Necesitamos una cátedra de la ecuatorianidad!
La idea no es nueva, y no ha logrado consolidarse en un proyecto nacional que tenga como mira la construcción de lo que somos: una nación multicultural y mega diversa, con raíces profundas en su prehistoria e historia, y dotada de características peculiares para convertirse en una potencia cultural, como soñaba Benjamín Carrión.
El Ecuador -bien lo sabemos- no es una línea imaginaria; es un pequeño gran país ubicado al borde del Océano Pacífico -en el extremo occidente del mundo-, reconocido por National Geografic y algunas agencias turísticas internacionales como un sitio de ensueño que merece descubrirse. Dotado de cuatro regiones naturales -Sierra, Costa, Amazonia y Galápagos-, el Ecuador es un verdadero paraíso.
¿Por qué no se ha logrado construir estrategias que integren ese “Ecuador profundo” a la mentalidad de los habitantes de nuestro país? No estoy hablando de la “marca Ecuador” -que suena bien en el mercadeo turístico-, sino en aquella impronta o matriz que llevamos dentro, en nuestras mentes y corazones.
La ecuatorianidad es una compleja construcción socio-histórica-cultural, que nace en nuestro ser y modo de ser: los signos y símbolos de la cultura nacional, asociados inseparablemente al mestizaje, a los idiomas que hablamos, a los sonidos, olores y sabores de nuestra comida; al paisaje majestuoso de nuestras cordilleras, coronadas por volcanes, bosques -flores, frutos y animales-, lagos, lagunas y playas; al paisaje humano citadino y rural, con herencias precolombinas, coloniales y republicanas; a su arquitectura y producciones artísticas de diverso linaje, su literatura, su música y artesanías. Y los aportes de mujeres valiosas y deportistas en variadas disciplinas.
Es tiempo de recuperar nuestra identidad plural, con un sólido proyecto que integre a todos los ciudadanos -niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres, adultos y de la tercera edad-, independiente de sus posiciones políticas, étnicas, ideológicas, sociales y económicas. La cátedra de la ecuatorianidad sería un mecanismo efectivo, en todo el sistema educativo.
Y, luego de una consulta o encuesta nacional, optar por un ícono que nos levante del letargo. ¡Apuesto por Eugenio Espejo, médico, abogado, educador, periodista, bibliotecario y precursor!