Lo que acontece en Colombia concierne al Ecuador, la geopolítica exige, somos vecinos y, aún más, le concierne el proceso de negociación para el fin de la guerra interna, en la cual se ha involucrado a Ecuador a pesar suyo. La porosidad de las fronteras define las circunstancias; tiene altos costos para Ecuador. Pero el país no es parte del proceso de negociación, cuando había podido ser mediador para la paz de las armas, ofrecer sus buenos oficios; retomar un rol activo de promotor de la paz. Ecuador perdió espacio, por discursos inútilmente altisonantes, acaso por desconocimiento, sin asumir lo construido por el país desde el pasado, lo que no fue poco. En la escena internacional, los simples discursos no hacen refundación, no es la escena nacional y devalúan lo adquirido. En todo caso, ya no es neta su imagen y postura de neutro y promotor de medios pacíficos que tanto tiempo le tomó construir.
Sin embargo, Ecuador no puede no ser una voz de primera importancia en este proceso. Los efectos de la negociación le conciernen directamente. Las modalidades de la desmilitarización tendrán tantas consecuencias para Colombia como para sus vecinos. Si no es un sistema ordenado y ventajoso para los armados actuales, que les garantice un real reconocimiento político, económico y social, de seguro Ecuador pagará los platos rotos recibiendo no cientos sino miles de los que prefieren las armas y el narcotráfico como modo de vida, para pervivir o enriquecerse, haciendo del Ecuador su espacio de acción; más de lo que ya es. La sociedad ecuatoriana no tiene aún las vacunas contra eso, es más bien permisiva para ello.
La geopolítica no se la puede ignorar. Hay que saber actuar sobre lo que esta impone, la buena o negativa vecindad, las ventajas o limitaciones de lo que cada espacio encierra, las complementariedades o no; exige aprovechar de sus ventajas, contrarrestar los aspectos negativos, construir en conjunto el futuro, pero es indispensable prever implicancias eventuales.
En el proceso de “negociación para la paz” la voz del Ecuador debería ser algo más que la que se encuentra tras las bambalinas, eso sí, ahora la tiene; debe tener algún tipo de presencia en algún momento del proceso.
En el pasado reciente, la Diplomacia ecuatoriana consultó y recogió criterios de la sociedad civil o de personas versadas en temas internacionales; en este tema tan neurálgico de prever las secuelas de los acuerdos o no que los colombianos definirán, la Cancillería debería constituir una comisión pluralista para el seguimiento cercano de este proceso, con análisis fundados sin los panegíricos habituales, y aporte a la definición de nuestras posiciones. Que estas no sean propias a un momento político sino busquen perspectiva y duración, por encima de tendencias políticas. La geopolítica es de largo término, rebasa toda coyuntura.