Desde mi balcón el paisaje parece normal, se mueve el tránsito, las grúas muestran que se construye, la gente va de prisa a su trabajo, el sol naciente ilumina un bosque de edificios, parece un país en funcionamiento, pero algún político ingenioso ya lo dijo: Ecuador no es un país, sólo es un paisaje.
La realidad en cuatro pinceladas: la selección ecuatoriana ha sido eliminada del mundial; un corrupto ha sido puesto en libertad; el gobierno convoca a una consulta popular que no cambiará nada, y las funciones del Estado pelean entre ellas a garrotazos.
La Asamblea y el Consejo de Participación Ciudadana se acusan de delitos y se denuncian en la fiscalía. Saquicela acusa a Ulloa de simular funciones y Ulloa a Saquicela de incumplir fallos judiciales. Ambos delitos son penados con 3 años de cárcel. Los ciudadanos serían felices si la fiscalía les tomara en serio a ambos.
Que Glas haya salido de la cárcel sin pagar la pena ni la multa, mancha a la justicia, pero lo que conmueve es el espectáculo de tantos jueces pueblerinos que van en tropel y se turnan para asistir a los corruptos con amparos y boletas de libertad sin que nadie se haga responsable de las acciones de esos jueces de opereta. No existen Consejo de la Judicatura ni Corte Nacional.
El presidente ha emitido el decreto de convocatoria a las urnas para reformar parcialmente la Constitución. Antes de que concluya el aquelarre entre consejeros, diputados, y jueces en el Consejo de Participación Ciudadana, el vapuleado elector será convocado para vaciar de poder ese Consejo y dejarlo como muñeco de trapo.
La política se ha convertido en un lodazal. La legislatura derogó la ley tributaria y el Ejecutivo anunció que vetará la decisión. Mientras pactan, se acusan, niegan y restituyen impuestos, los encargados siguen bolsiqueando a los ciudadanos. Nuestra política no tiene remedio. La sociedad civil tendrá que hacer valer su condición de dueña del poder para que este paisaje vuelva a ser un país.