Mariposas amarillas

Macondo, vivir de ficciones e inventarnos la realidad son parte de nuestra cultura. Esto es bueno y malo. Por un lado, la ficción nos ayuda a soportar las crisis, tener respuestas imaginativas, desarrollar la creatividad y la intuición. Con ese sexto sentido, a veces, achuntamos y tenemos éxito. Pero otras, nos damos contra el planeta.

Lo sabio es combinar el corazón con la razón. Si uno está enfermo, no solo se requiere tener buen ánimo para sanarse, sino que el médico haga un buen diagnóstico, plantee bien el problema y recete los medicamentos adecuados.

El Ecuador está muy enfermo. Todos queremos que se sane. Tenemos los ánimos y la voluntad para que salga adelante. Pero ¿tenemos un buen diagnóstico? ¿Se están formulando las soluciones políticas pertinentes y oportunas?

A estas alturas, para muchos políticos y analistas, el problema central del país no es la baja del precio del petróleo, sino el mal gobierno que, debido a la incontenible crisis, llegará extremamente desgastado a las elecciones, más aún cuando su principal jugador, el Presidente, no participará como candidato. Por lo tanto, se hablaría de un correísmo en desbandada.

Frente a la ilusión de un todopoderoso gobierno derrotado, se abre un amplio campo para que florezcan decenas de nuevos salvadores y mesías, que incluso antes del probable desenlace, luchan unos contra otros. No se toman el poder, pero se lo arranchan a mordiscos.

Si de aquí en adelante, en pocos meses, la crisis alcanza las dimensiones catastróficas que pintan algunos economistas, es muy probable que con cualquier cara, Alianza País pierda las elecciones.

Pero si la crisis no desborda a esos niveles, el correísmo, con la cancha, árbitro y parte del público a su favor, es posible que retenga el Gobierno. Si no lo retiene, perdería el Ejecutivo, pero mantendría el control de gran parte del Estado, si los opositores van muy divididos a la disputa de la Asamblea. Siendo así, el correato seguiría reinando, como hoy, no solo la Asamblea, sino el 80% o más de las instituciones del Estado: en lo judicial, electoral, contralorías, consejos constitucional, de participación ciudadana y más. Conclusión: el correísmo con el poder casi intacto, preparando la nueva venida del viejo mesías.

Siendo así, el nuevo presidente, sea de derechas o centro izquierdas, no tendrá a dónde moverse. Con la crisis encima, aplicando correctivos dolorosos, con un descontento social desbordado y con el correato intacto, tendrá escasos milímetros para gobernar.

Con este panorama, los demócratas sensatos, del centro a la izquierda, sin mariposas amarillas en la cabeza, están hoy condenados, no a unirse, sino a pactar una estrategia conjunta, para revertir la crisis económica y desmantelar el correato, como condiciones básicas y previas, para enrumbar el país.

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