El presidente saliente, Rafael Correa, no se ha ahorrado ningún detalle para dejar en claro que gobernará hasta el último minuto de su mandato, y que no se resignará al papel de observador desde su primer minuto como ex mandatario.
En la penúltima sabatina volvió a los ataques contra los medios. Esta semana indultó a un detenido por el préstamo indebido de dineros del Estado a Gastón Duzac. Su argumento es que el beneficiario de su decisión mostró un ‘profundo arrepentimiento’.
También entregó una condecoración a la autoridad electoral, sin fijarse en que lastimó la supuesta independencia de poderes y que aún están frescos los magullones de la última contienda electoral. Tanto, que el homenajeado se adelantó a defenderse de las críticas. Una vez más, a Correa no le ha interesado guardar las formas porque sigue un patrón de pensamiento: al ejercer el cargo de presidente, no solo ejerce la titularidad de un Ejecutivo que dirige todos los poderes, sino que cumple un papel que va más allá de su persona y del sacrificio personal.
La historia me juzgará. Es seguro que Lenín Moreno no repetirá el patrón de mandatario guiado por una tarea superior en la cual los fines justifican los medios. Pero el patrón dólar, el patrón gasto, el patrón deuda, seguirán, a juzgar por el gabinete.
¿Cambiará el patrón de concentración de poder? Pero hablemos de otro patrón que no puede seguir y que más bien hay que fiscalizar. Porque en todos los casos en que se han producido perjuicios al Estado al haber inflado costos, o en los que simplemente los megaproyectos no han echado a andar, hay un patrón, ese sí, perverso: estudios inexistentes o mal hechos, contrataciones apresuradas y sin licitación, contratos ampliatorios ad infinítum, fiscalización cuestionable.
Varias obras de infraestructura y proyectos energéticos repiten al menos una parte de ese patrón. Cientos de millones de dólares alrededor de los cuales se ha fiscalizado poco, aunque la Contraloría haya ido mostrando pedazos del rompecabezas y varios periodistas hayan hecho bien su trabajo. Los ‘Panamá papers’ y las delaciones en torno al ‘Lava jato’ brasileño sirvieron para dar un empujón.
El periodismo es el primer borrador de la historia -lo dijo con acierto Philip Graham-, y en estos años de control férreo a los medios algo se ha hecho. Pero cuando se escriban verdaderos libros sobre un fenómeno político irrepetible y el voluntarismo ejercido en un país de bonanza, a la par que poner de relieve el fenómeno Correa, también deberá verse la historia bajo este prisma.
¿Qué piensa hacer el fiscal? ¿Ir al alargue? ¿Qué piensa hacer la Asamblea? ¿Seguir ignorando la fiscalización? ¿Qué piensa hacer Moreno? ¿Crear una comisión? No se puede soslayar que en el país se impuso un patrón que es imprescindible terminar de desnudar.