¿Ecuador: país mediocre?

Realmente sería menos que mediocre, si nos atenemos a las evaluaciones que en diferentes momentos se han hecho en tiempos recientes.

Desde el concurso del año 2009, para designar a los miembros del primer Consejo de Participación Ciudadana, muy pocos, que no llegan al 1% de los concursantes, han estado en rangos aceptables de 85 sobre 100, porque la mayoría de los que aprueban lo hacen “raspando”, entre 70 y 80 sobre 100.

Alguien podría decir: solo los mediocres concursan; los que no lo son, prefieren no hacerlo. Sería un injusto juicio de valor, porque entre los concursantes se ha podido identificar a mujeres y hombres -no todos- que en lo que han dado a la sociedad han demostrado capacidad y responsabilidad. Siempre estará por aclararse la calidad en la evaluación, en contenidos y respuestas esperables.

Si es preocupación en los concursos su direccionamiento, que no necesariamente va por las evaluaciones de conocimiento, sino por los puntajes de méritos, o por evaluaciones subjetivas, donde terminan de ajustarse los puntos, con lo cual la meritocracia –proclamada en los discursos- es un cuento.

La sospecha se agudiza, no solo por quienes han resultado ungidos en varios concursos, sino también por la declaración del presidente Correa de que para llegar a altos cargos y aun a los de libre remoción no es suficiente tener méritos, responsabilidad y capacidad, sino que las y los ciudadanos deben estar comprometidos con la revolución ciudadana, lo que implica muchas cosas, entre estas, ir a las convocatorias del Gobierno, cuando “otras fuerzas” quieran desestabilizarlo. Visión totalitaria del poder, que no admite a los que no se le someten.

Y las pruebas psicológicas y la evaluación llegaron a la Función Judicial. En ese sector, siempre ha habido excelentes, buenos, regulares y malos, honestos y deshonestos. Las notas finales marcan un promedio de mediocridad, lo que genera una tremenda y ofensiva tacha a todo el sistema judicial. ¿Serán indignos los que no reclaman?

Pero, ¿ las pruebas eran para jueces y operadores judiciales?, ¿eran exámenes rebuscados de memoria o implicaban razonamientos? Sobre las psicológicas sí puedo afirmar que en mucho eran ofensivas para los sometidos a tales pruebas, dejando demasiado margen para lo subjetivo.

Reflexión: a los jueces de Corte usualmente se les dio el tratamiento de magistrado, que implica una elevada categorización. Ahora a cualquier juez de Corte, el Consejo Transitorio de la Judicatura lo multa, lo suspende, lo veja. ¿Lo merecen? De merecerlo, deberían salir. ¿Será respetable -para seguir en la magistratura- un juez sancionado porque supuestamente facilitó la libertad de un traficante, de comprobársele? ¿Estaremos ante lo virtuoso de la meritocracia o ante la cacería vía desprestigios, para copar todos los espacios del poder público?

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