El 2 de mayo, el presidente Rafael Correa dijo refiriéndose a la marcha del 1: “también está Enrique Ayala Mora, ¿qué hacen rectores universitarios ahí? Politizando totalmente la universidad, lo cual es ilegal, pero eso esperan para luego declararse perseguidos políticos, politiqueros mediocres, fracasados…”. En otras ocasiones me ha llamado “amargado”, “caduco”, “rectorcito”, “falso socialista”, “estafa académica”. Dejaré de lado los insultos porque ese es un privilegio de Correa cuando no tiene argumentos, o sea casi siempre. Pero debo aclarar un par de cosas.
Estuve en la marcha del 1 de Mayo como siempre. Allí he estado por convicción como militante, junto al FUT, desde hace 40 años. Quienes no han ido nunca a este acto como socialistas, porque jamás lo han sido, no entienden que ir a la marcha es un gesto de consecuencia y no objeto de manipulación oportunista de un gobierno en caída libre.
Que un rector universitario tenga una postura política y la exprese no es ilegal, ni siquiera en la Ley de Educación Superior que emitió Correa atropellando los principios. Así ha sucedido en toda nuestra historia. Rectores como Luis F. Chávez, Alfredo Pérez Guerrero, Antonio Parra Velasco, Manuel Agustín Aguirre, Carlos Cueva Tamariz o José Moncada, tenían posturas políticas e iban a los actos de los trabajadores.
Toda universidad tiene una función política, que incluye el ejercicio crítico del poder. El acto “político” de fundar el Ecuador en 1830 se realizó en la Universidad Central. En toda nuestra historia, los centros de educación superior han tenido presencia política protagónica, sobre todo en la oposición y derrocamiento de dictadores y déspotas.
Lo que no debe hacerse en la universidad es identificarla con posturas políticas excluyentes o volverla monopolio de un partido. Y de eso nadie podrá acusarme, porque como rector he mantenido el respeto irrestricto a la libertad de cátedra y opinión, propiciando que haya profesores de las más diversas tendencias. Eso les consta al propio Correa que fue profesor de la Universidad Andina y a sus simpatizantes y seguidores que siempre han ejercido la cátedra sin limitación alguna.
La acusación de “politizar” la universidad no tiene fundamento. Pero la repiten Correa y sus adláteres porque buscan pretextos para meter la mano en la Andina e imponer, contra la voluntad de la comunidad universitaria, autoridades que cumplan consignas de sumisión y silencio.
La Universidad Andina es una institución que en más de 20 años ha formado miles de posgraduantes que trabajan para el sector público y privado. Seguirá cumpliendo su función de docencia e investigación con el más alto nivel y calidad académica, pero también de crítica del poder, de solidaridad con las organizaciones sociales, e impulso de la integración. Para eso existe.