Estoy profundamente preocupado por la economía de mi país. Lo alertado con tanta frecuencia en los últimos casi 9 años empieza a cumplirse. Con 300 mil millones de dólares de ingresos acumulados en los últimos ocho años afloraron los socialistas y los prepotentes.
Cuando bajan los recursos y nos toman desapercibidos y sin ahorros, empieza la pesadilla. No saben si dar retro en todo, dar retro en parte, insistir en lo anterior, buscar ayuda en algún lado, responsabilizar a alguien del problema. La desesperación oficial empieza a presentarse y los malos del ayer capaz no son tan malos hoy, como los buenos de antes hoy ya no se ven tan buenos. En fin, la confusión sobre qué hacer es la pregunta de todos los días así como la combinación entre lo económicamente correcto y lo políticamente rentable.
De cualquier manera, asumiendo que el Gobierno se pragmatice y empiece a enderezar los errores del pasado, eso no quiere decir que ese proceso de ajuste esté exento de problemas. Los desequilibrios acumulados son de tal magnitud que hagan lo que hagan, apliquen las políticas que se definan, el costo será una severa recesión con todas las secuelas que eso conlleva en términos de empleo y bienestar.
Estamos frente a un problema fiscal no menor a un 4% de PIB, es decir, aproximadamente USD 4 000 millones que no se podrán cubrir, por lo que será la cifra de menor inversión. El desequilibrio externo, traducido en un desbalance comercial, probablemente supere los USD 2 000 millones, cifra que no se podrá cubrir fácilmente, pues aparte deben cancelarse obligaciones externas y el nuevo financiamiento se empieza a secar.
La inversión extranjera que podría ser otra fuente de liquidez no despierta y las remesas han caído frente al año anterior. La caída de la liquidez sigue, la consiguiente reducción de los depósitos bancarios continúa con lo que el ‘estrechón’ de liquidez se torna más severo.
La falta de crédito complica la sanidad de la cartera del sistema financiero provocando que la morosidad empiece a subir, una situación que demanda que los bancos aumenten las provisiones, reduzcan utilidades y deban contraer más aún el crédito. Es decir, se produce una suerte de círculo vicioso. Todo esto en un entorno de recesión económica y de orfandad internacional; esto es, sin acuerdos comerciales, sin financiamiento barato y con costos internos mayores.
El país tendrá que absorber los excesos del pasado y si la factura es una severa recesión económica que dure 2 o 3 años, pues tendrá que hacerlo siempre y cuando preserve el régimen cambiario. Otra ‘escapatoria’, como deshacerse o dejar que nos abandone la dolarización, no solo que provocaría una recesión, inclusive más profunda, sino que tendría impactos económicos, sociales y políticos de impredecibles consecuencias. Ante el escenario, el mal menor, recesión pero con dólares. Otra moneda, ni pensar en voz alta. O pasamos el trance o viene el caos.