Juan Esteban Guarderas
jguarderas@elcomercio.org
Nuestro acuerdo comercial con Europa fue un éxito histórico y rotundo. Por su carácter extremamente polifacético, es difícil imaginar compromisos más difíciles y complejos de negociar que estos. Además, hubo una dificultad adicional, el factor tiempo era crucial, al tener Colombia y Perú sus respectivos acuerdos, la potencial pérdida económica o de posiciones en el mercado europeo era enorme. Sin embargo, a pesar de toda esta complejidad y presión, se alcanzó un acuerdo vivamente recibido por los exportadores y por el país en general, ¡ole, ole y ole!
Para no perder la buena costumbre de seguir de cerca uno de los temas que más marcan la actualidad geopolítica como es el comercio internacional, fijémonos en el siguiente reto de Karel de Gucht –el Comisario Europeo de Comercio. Se trata de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI), la propuesta de Tratado de Libre Comercio entre la UE y los EE.UU.
Es difícil imaginar la envergadura del proyecto. Los dos socios comerciales más grandes del planeta diariamente comercializan 2,7 mil millones de USD y hay 3,7 billones (trillones en inglés) de inversión entre ambas economías.
La negociación es álgida en absolutamente cada área productiva y ambos bandos han protagonizado muchos de los litigios de mayor enjundia de la historia de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por ejemplo la “Beef War” (Guerra de la carne), donde la UE impidió la importación de carne alterada con hormonas, desde EE.UU. Según las normas de la OMC, existe esta posibilidad si se prueba que los productos representan un peligro para la salud. Los estadounidenses contestaron que no existían tales pruebas; luego los europeos intentaron al menos que se etiquete este tipo de carne, los estadounidenses se opusieron de nuevo… el conflicto duró décadas.
Hace unos años participé en una conferencia con un tema candente, la supervivencia de la OMC. En efecto, la proliferación de tratados de libre comercio ha restado pertinencia a las normas liberalizadoras de la organización. Pero en ese momento Europa y los EE.UU. se enfrascaban en un litigio de cifras colosales, Boeing contra Airbus. Ambas partes se acusaban mutuamente de favorecer sus respectivas compañías con subsidios ocultos (bajo la forma de reducciones de impuestos y otros favores). Tan potente era la contienda, que se concluyó que mientras haya disputas de este calado ventilándose en la OMC, esta seguiría viva.
Una dificultad adicional es la coordinación de los 28 países europeos (la negociación de los subsidios a la cultura ha dividido fuertemente al grupo). Coordinar un verdadero ejército de negociadores, sortear las controversias que crecen como mala hierba; americanos y europeos no emprenderían una empresa como esta si los beneficios del libre comercio no valdrían la pena.