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El Presidente Moreno resolvió no enviar delegación alguna a la ilegítima toma de posesión de la presidencia de Venezuela por parte del dictador Maduro. En el Consejo Permanente de la OEA, el Ecuador sumó su voto al de 18 otros países miembros para aprobar una resolución que niega legitimidad al régimen caraqueño.
Estas dos decisiones han suscitado la reacción positiva de la ciudadanía porque el caso venezolano ha traspasado todos los límites de los abusos, arbitrariedades e ilegalidades de los que no ha estado exenta la historia política de nuestro hemisferio. El Ecuador acaba de vivir una década en la que el socialismo del siglo XXI dejó esquilmadas las arcas públicas, corrompidas las estructuras del poder y disminuidos los estándares de la moral. Al descorrerse los velos que ocultaban tanta inmoralidad, el pueblo va descubriendo las trafasías que se cometieron a nombre de una revolución obsoleta y populista.
Ha hecho bien, por lo tanto, el Presidente Moreno al haber finalmente escuchado el clamor del pueblo ecuatoriano y fundamentado su decisión en la primacía de los derechos humanos. La Ministra Fernanda Espinosa fue una locuaz defensora del venezolano Maduro y el nicaragüense Ortega. Desaparecida del escenario de la política nacional -totalmente ignorada en el mundial- las cosas han cambiado para bien.
Ante los agravios que el ingrato régimen de Maduro endilgara al Presidente Moreno, con motivo de la acogida que el Ecuador diera a miles de inmigrantes venezolanos, nuestro gobierno suspendió el viaje del recientemente designado Embajador ecuatoriano en Caracas, adecuada censura a la que siguieron otras, acordes con la tradición ecuatoriana de defensa de los derechos humanos.
Las decisiones últimas tienen el mérito de echar más luz sobre la materia: el Presidente Moreno invocó inequívocamente la doctrina Roldós al decir que la defensa concertada de los derechos humanos, lejos de ser una intervención indebida en los asuntos internos de un estado, obedece, por el contrario, al cumplimiento de una obligación internacional libremente concertada y consagrada en tratados y declaraciones válidos y vigentes.
La ausencia de una delegación ecuatoriana en la tragicómica ceremonia de asunción del mando en Caracas, así como la votación en la OEA, definen una nueva y clara orientación de la política internacional. Maduro luce mundialmente aislado. Apenas cuenta con unos pocos inestables aliados ideológicos de coyuntura. Fue patético oírle decir, colocando su mano sobre la Constitución, que su gobierno se empeñaría en seguir construyendo el “socialismo del siglo XXI”, sabiendo que esa letal doctrina ha causado miles de muertos, dos millones y medio de migrantes y una inflación que, por el momento, ya supera la fantasmagórica cifra de ¡1.000.700 por ciento!