Como parte de su campaña de comunicación pos octubre, que incluye la discutible marca ‘Lenín’ para aproximarse a la gente, los altos funcionarios del Gobierno no desaprovechan ninguna oportunidad para decir que el Ecuador logró, a diferencia de otros países, superar la crisis que salió a las calles. Yo no estaría tan seguro.
Los teóricos de la irracionalidad dicen que, finalmente, sociedad e individuos tienden a volver a lo racional. Tras actos como los de Ecuador, Chile o Bolivia, las personas voltean a ver a sus líderes violentos y, si no tienen respuestas, deciden seguir adelante.
A ratos parece que aquí no se ha cumplido ni siquiera la primera parte del ciclo, no han aflorado los desacuerdos y menos los consensos mínimos, aunque se hable tanto de diálogo. En Chile se decidió una consulta para cambiar la constitución pinochetista, pero todavía hay anarquía e irracionalidad.
Aquí, habrá que esperar a ver qué pasa en enero o febrero, en función de lo que decidan los dirigentes indígenas y de los movimientos sindicales que quedaron seducidos por el impacto social y político de las protestas, con la ayuda, consentida o no, de un correísmo que buscaba revolver todavía más las aguas. No hay que olvidar que octubre nos hizo entrar de lleno en la precampaña electoral.
La palabra que ha rondado fuertemente en estos días en la región es inequidad. Una inequidad real pero bastante distinta a la de décadas pasadas, que tiene una exposición impensada en redes sociales y puede ser más profunda en varios sentidos. Al mismo tiempo que traen grandes beneficios a la humanidad, la tecnología y la inteligencia artificial quizás están creando brechas mucho más grandes e insalvables que las de antes.
Ser objeto de inequidad ahora, incluso en sociedades relativamente poco conectadas a la globalización, equivale a estar más separados del posible desarrollo. No hablamos de la India, en donde hay una gran desigualdad pero al mismo tiempo una gran integración a la economía mundial, no solo a través de la producción sino de los servicios.
En el Ecuador hay un ejército de jóvenes que mira cada minuto hacia la tierra prometida de la globalización pero que constata que ni siquiera la tan promovida educación universitaria es una vía real para alcanzarla.
El mundo es beneficiario de la tecnología y hoy no se muere por hambre, guerras o enfermedades como en el pasado, como hace notar Yuval Arari en su ‘Homo Deus’, pero sin duda la desigualdad se siente con más fuerza y claridad, y las respuestas son el nihilismo y la destrucción a escala irracional.
El 2020 será de decrecimiento económico en dolarización. Seguiremos dirigidos por un gobierno cuya fuerza es su debilidad. No hay acuerdos mínimos para salir adelante y la lucha anticorrupción ha dejado poco. Seguiremos sobreviviendo en manos de Lenín.