Corolario de la visita del presidente Moreno y su copiosa delegación a Washington es que el Ecuador no ha podido -no puede aún- construir una relación saludable con EE.UU. desde la firma del Acuerdo de Paz de Itamaraty. De “estamos en las grandes ligas” a inútiles e irresponsables golpes de efecto durante el correísmo, como la expulsión de una embajadora hasta la renuncia a las preferencias arancelarias, pasamos otra vez al otro extremo. Lenin acaba de regocijarse de que el Ecuador fue invitado a la Casa Blanca después de 17 años, mientras Trump se vanagloria de que “nos hizo comprar armamento y material militar” en medio de una de las peores crisis económicas de nuestra historia. Y por si a alguien le quedaba alguna duda, el Secretario de Presidencia sentenció “como ecuatorianos nos llevamos el compromiso y el reconocimiento de los EE.UU. de que estamos en el camino correcto.” Menos mal.
Sólo dos observaciones. La primera y la de fondo, económica. Dejando de lado las declaraciones rimbombantes, lo central es que se trató de una visita desesperada en busca de fondos para unas arcas fiscales moribundas. La degradación del riesgo país a CAA1 es extremadamente seria y están por vencerse 17 375 millones de dólares que el país tiene que pagar. La visita ocurrió al mismo tiempo que una delegación del FMI estaba en Ecuador, pero el ministro de Finanzas no tenía nada que mostrar, así que prefirió viajar a Washington. Es claro que la estrategia fue usar al presidente para golpear puertas, para garantizar y tal vez adelantar desembolsos de los multilaterales. Seguro Baki y asesores consideran que un espaldarazo de Trump (de ahí lo de “estamos en el camino correcto”), además del anuncio de un posible TLC con EE.UU., podrá hacer el milagro. Ojalá.
Segunda observación, la política. Siendo éste el real escenario, por qué no ser sinceros con el país; humildes con la audiencia. Es más, era una oportunidad única para convencer al país -después de los eventos de octubre- sobre la necesidad de hacer reformas, de abrir mercados con el mayor comprador de nuestros productos, sin vanaglorias, sin pretender que todo está a la vuelta de la esquina, porque no es así. Decir, por ejemplo, que tuvieron que hacer la visita a pesar de Trump, a pesar de las jaulas con niños migrantes, de su mercantilismo, de su autoritarismo… No hubo nada de eso. Nueve ministros publicaron fotos triunfalistas en un hotel de lujo, sin pensar dos veces en lo que el movimiento indígena, los pobres pensarán cuando se les pida ajustes y aún más penurias en una economía donde la mayoría de sus parientes y amigos están sin trabajo. Roldán no se detuvo a pensar que sus declaraciones no las lee nadie en Washington, pero sí en Bruselas y México donde las centrales de campaña están listas para usar sus palabras, más las fotos de Lenin y Trump, como plataforma electoral o para hundir un TLC. Ya lo hicieron el 2007 usando los mismos temas, por qué no habrían de lograrlo ahora.