Algunos desafíos del mundo actual: no a la nueva idolatría del dinero, no a una economía de la exclusión, no a un dinero que gobierna en lugar de servir, no a la inequidad que genera violencia, no a la acedia egoísta, no al pesimismo estéril, no a la mundanidad espiritual, no a la guerra entre nosotros. Acerca del bien común y la paz social: el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea, el todo es superior a la parte.
Por otro lado ¡cómo hartan a la buena retórica! palabras como justicia, equidad, libertad, paz, dignidad y otras que, por tanto uso y abuso, han opacado su autenticidad al haber sido adulteradas para la exhibición pública y el protagonismo de ciertos personajes e instituciones que deben hablar menos y hacer más. No me refiero solo al ámbito nacional, lo amplío al contexto mundial, ya que, localmente, se están dando pasos –aunque a unos pocos les duela- en el ámbito de repartición de la riqueza, concesión de oportunidades y –ya era hora- un verdadero ajuste de cuentas.
Ahora que está en boga el papa Francisco –lastimosamente, para algunos “hábiles”, sacándolo de contexto- recomendable es que se revise concienzudamente su primera exhortación apostólica “La alegría del evangelio”, varios de cuyos epígrafes transcribimos de forma textual en el párrafo introductorio de esta columna.
Hiere la decencia mirar tanta inequidad, sumida en el despilfarro de unos y el ansia de supervivencia de otros. La mundología cotidiana lacera de forma brutal el auténtico concepto de Economía, que debería guiar la utilización de los recursos escasos para producir bienes con valor y de cómo debería hacerse una justa distribución de esos bienes, ingeniando métodos idóneos para satisfacer las necesidades humanas materiales.
Es un hecho: se ha traicionado salvajemente tal concepto, incurriendo en todo lo contrario: se inventan artificios tramposos para aprovecharse de los congéneres, disfrazando con “servir” para servirse de los demás, aplastando a los más débiles, haciéndonos ver como “exitosas” a empresas en sociedades fracasadas, asfixiándonos en un sistema que obnubila la razón en medio del derroche, la dilapidación y la disipación, en lastimero contraste con las imperiosas necesidades de muchos.
“Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la Bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad”. Esto, y mucho más, nos devela Francisco en su “Evangelii Gaudium”.
Columnista invitado