‘Bananas’ es una película de Woody Allen en la que el dictadorzuelo de un país bananero impone las más absurdas normas a sus conciudadanos. En algún momento decreta que la gente cambie su ropa interior cada 30 minutos. Luego, para poder controlar la ejecución de esta absurda norma, ordena que todos los ciudadanos lleven su ropa interior por afuera.
Cuando empecé a escribir este artículo, por alguna de esas bromas que nos juega nuestra mente, no sé por qué, recordé esa escena. Y eso que no soy un fanático de las películas de Allen.
En un tema nada relacionado con ‘Bananas’, resulta que en el Ecuador el gas de uso doméstico está altamente subsidiado. Lo que pagamos (USD1,6 por cilindro), es menos de una décima parte del precio internacional. Por lo tanto, el Gobierno subsidia el 90% o más.
Cuando cualquier producto tiene un subsidio tan alto, ocurren algunas cosas. Primero, ante un precio bajo, la demanda es alta. Segundo, dado que el precio en los países vecinos es muchísimo más alto, hay un enorme incentivo para que salga hacia allá de contrabando. Y tercero, el producto subsidiado se usa en cosas ajenas a su destino original.
Eso mismo, llevado al gas en nuestro país (bananero y petrolero), significa que consumimos un montón de gas, que a Colombia y Perú se va un alto número de los cilindros que subsidiamos y que, finalmente, ese gas barato se usa en cosas diferentes a cocinar en los hogares ecuatorianos.
En las mentes controladoras de nuestros iluminados funcionarios públicos, la solución a ese desperdicio es ‘más control’. El problema es que o ponemos dos policías controlando a cada ecuatoriano o vamos a seguir consumiendo y ‘exportando’ muchísimo gas. La diferencia de precio entre el gas y otras fuentes de energía (como la eléctrica) o con el mismo gas en los países vecinos es tan enorme que siempre va a haber incentivos para usarlo en taxis, piscinas, fábricas, hornos industriales o para venderlo a los vecinos.
Claro que se podría prohibir los calefones nuevos pero eso no va a cambiar nada. Actualmente, el 3% del gas tiene ese destino. Con la prohibición, lo máximo que se podría lograr sería frenar el crecimiento de ese tipo de uso. Al mismo tiempo, lo más probable es que los mismos contrabandistas que actualmente se dedican a llevar cilindros ecuatorianos al extranjero, traigan calefones al retornar al país. Seguirá habiendo calentadores de agua a gas, pero más caros.
Hay una probabilidad de que al publicarse este artículo, el Gobierno esté empezando a ‘olvidarse’ de esta absurda idea. Ojalá. Ojalá no solo se retracte de esa sino de algunas de sus peores ideas económicas. Porque eso de ver que la realidad supera a la ficción es entretenido, pero así no progresan los países.