Parece que sí. Es notorio el aumento de la preocupación internacional –y local- sobre la expansión de la oferta y consumo de estupefacientes.
El fiscal general del Estado, Dr. Galo Chiriboga, expresó que la Dependencia a su cargo…“viene anunciando al país que los delitos del narcotráfico afectan a la seguridad y a la democracia del país”. En la amplia entrevista concedida a este diario, ante la pregunta si cree que hay que legalizar las drogas, expuso: “La estrategia de la represión no ha dado resultados. Por lo tanto, bajo esa perspectiva de corresponsabilidad creo que los países deben hacer una reflexión conjunta, concertar nuevas estrategias y nuevas políticas que busquen precisamente alcanzar el objetivo y que los narcóticos no enriquezcan ilegítimamente a las mafias”.
El negocio de los estupefacientes no beneficia únicamente a las mafias. En menor o ínfima escala, otorga dinero a miles de personas, inclusive hoy a jóvenes adolescentes que venden pequeñas porciones a otros jóvenes y obtienen dinero por el “negocio”.
Es verdad que personas que transportan pequeñas cantidades (mulas) o realizan pequeño comercio reciben sentencias desproporcionadas, …“sin que exista la debida proporcionalidad entre el daño causado y la pena impuesta”, como expresó la Asamblea Constituyente de Montecristi en Resolución de 4 de julio del 2008, en la que –al parecer erradamente- indultó a centenares de presos que habían sido sentenciados por tener o negociar estupefacientes…“equivalente o menor a dos kilogramos”, cantidad que ha quedado como si fuera autorizada para la prosecución del “negocio”.
Otra facilidad adicional consta en el Código Penal, art. 58. Miramos en la televisión: cuando la Policía realiza batidas, surgen mujeres embarazadas aduciendo que ellas no pueden ser detenidas. Y no las detienen.
Por leyes complementarias no faltan. Por ejemplo, la Ley para Reprimir el Lavado de Activos. Con ésa y todo, el comercio de estupefacientes aumenta; y hoy por hoy tenemos ante nuestra angustia las matanzas crueles que ejecutan los sicarios.
Las mayores y fabulosas ganancias del comercio de narcóticos, provienen de esta práctica ilícita. Ponemos mucha atención en los pequeños expendedores, pero casi nunca son privados de libertad los grandes jefes que se benefician con miles de millones de dólares.
Por ello, se abre paso la tesis de despenalizar esta perniciosa y criminal actividad. A lo mejor, con esa medida, el gran negocio dejaría de serlo y, al cabo, fracasaría completamente; siempre que se eduque a la colectividad en los nefastos efectos que ocasiona el consumo de drogas.
Por lo menos durante dos años continuos, el Estado debería financiar una campaña, incluso gráfica y con “sabatinas”, para convencer en este sentido a la población. Es tiempo de comenzarla so pena de atrasarnos.