A propósito de mi columna sobre los efectos de la cafeína en el fenómeno chavista, un lector me dijo que dejara de creer en pajaritos preñados (como si yo fuera Maduro), que los individuos están determinados por los procesos sociales, que a su vez están determinados por las… “Por las olas del mar”, interrumpí antes de que dijera estructuras económicas.
Me quedó viendo sin comprender. Le expliqué que la mejor frase sobre el tema la había escuchado a un profesor de Sociología hace 40 años: “Pensar que los individuos determinan la Historia es como creer que son los bañistas los que crean las olas del mar”. Imagen inolvidable pero falsa, o al menos incompleta porque el acelere, las fobias, la virtudes y resentimientos, en fin, las pasiones y adicciones de los líderes juegan un papel muy importante, no solo en la política ‘stricto sensu’ sino también en otros campos de la vida social.
En busca de respaldos para esta idea sobre el influjo de los estimulantes me puse a navegar en el Internet hasta que di con las declaraciones de David Nutt, uno de los mayores expertos mundiales en materia de drogas y consejero del Gobierno británico hasta 2009, cuando le despidieron por haber dicho que “los banqueros nos metieron en la crisis porque consumían demasiada cocaína”.
¡Más claro no canta un gallo! Este Nutt le ponía nombre y apellido al crack del 2008, aunque cabe una ampliación: no solo jalaban los lobos de Wall Street pues la Diosa Blanca fue la droga de toda la generación de yuppies y marketineros, tal como nos lo han mostrado varias películas de Hollywood.
Lo que faltaba, me dirán, recurrir como fuente a esa fábrica de ideología donde todo se convierte en dramas individualizados. Ok, dejemos las orgías con cocaína y volvamos a la Inglaterra del siglo XIX, cuando el primer ministro Disraeli, gran impulsor del colonialismo, afirmaba que “el hombre no es hijo de las circunstancias; las circunstancias son hijas del hombre”.
Y añadía que no pocas guerras eran resultado de una mala digestión del almuerzo en el club. ¿A ese nivel se puede llegar? Pues sí. El explosivo García Moreno nos metió en una guerrita con Colombia azuzado por los celos, porque un representante colombiano le arrastraba el ala a doña Virginia Klinger. De suerte que el corazón ardiente y las flatulencias pueden alterar el curso de la Historia.
De yapa, encuentro en El País una entrevista a Josep M. Fericgla antropólogo que protagoniza un flamante documental en la Amazonía ecuatoriana sobre el uso de la ayahuasca como base de la cultura shuar. A la pregunta de cuál sería la droga indispensable de Occidente, ¿el tabaco?, ¿el alcohol?, responde que el café. “Si se cortara el suministro se hundiría nuestra civilización: nadie iría a trabajar.” Pero mas fuerte que el café, acoto yo, es la sed insaciable de petróleo que arrasa a esos pueblos que vivieron por milenios en equilibrio con la selva y sus bejucos alucinógenos.