¡Alarma en el escudo nacional! El río Guayas harto de arena, en huelga. El buque a vapor “Guayas” harto de arena, varado. Vuela el cóndor del escudo al Chimborazo, al islote del Palmar, vuela donde el prefecto-guardameta y le dice: “No he visto ni sombra de draga alguna”. Y el arquero, querido por todos los ecuatorianos, pierde la cabeza y echa la culpa a la Armada. ¿Pataleta del momento? ¿Segundas intenciones?
La Armada tiene una entidad pública del Estado para operar los equipos de dragado. Es el Servicio de Dragas (SEDRA). Con 39 años de experiencia, y calidad en obras como el relleno hidráulico de Babahoyo, el dragado de los puertos de Manta y Esmeraldas, por ejemplo, a más de los dragados para una navegación segura. Lenguaje de los pañuelos: “Adiós, Lilly Marlén”.
En marzo de 2018, la Prefectura del Guayas adjudicó a SEDRA el contrato para la segunda fase del dragado y disposición de sedimentos del islote El Palmar. Habían pujado cinco empresas: la más cara pedía 60 millones 375 mil; la más barata, SEDRA, 58 millones 814 mil 502 dólares. “Lo barato sale caro”. Este dicho tan ambiguo no se cumplió. Los problemas vinieron por descuidos de la prefectura anterior a Morales.
En efecto, la prefectura había señalado lugar para construir tres grandísimas piscinas donde depositar arena y desechos de lo dragado. No hubo dificultad con la primera, pero entonces “anocheció en la mitad del día”. La segunda y tercera no eran aptas, pues guardaban en sus entrañas restos arqueológicos. Los vecinos se oponían. Una universidad guayaquileña alegaba que los terrenos eran suyos. Kaput. “Heil, Hitler!”
Luego de tres re programaciones, el 21 de marzo de 2019, el prefecto suspendió la ejecución de la obra, suspendió la suspensión, suspendió la suspensión de lo suspendido, y notificó al SEDRA el inicio de un proceso de terminación unilateral por supuestos incumplimientos, algunos de los cuales habían ocurrido cuando la obra estaba suspendida. ¿Cómo atar estas moscas por el rabo?
Esto ocurrió mientras las partes conversaban cómo terminar el contrato por mutuo acuerdo.
SEDRA pedía que le devolvieran lo gastado: un millón 948 mil 766 dólares. Puesto que el prefecto lo cayó como un rayo, SEDRA acudió a la Justicia. Todo un día estuvo cerrada la Prefectura para no recibir el comunicado de la acción de protección dispuesta. Al escribir el resumen de esta comedia, me siento también solidariamente indispuesto.
¿Y dónde está la draga que ni la poderosa vista del cóndor del escudo ha visto? En efecto, no hay la draga, porque SEDRA nunca la arrendó, pues con tanto laberinto, pecado hubiese sido contratarla para pagar cada día lo que la draga no dragaba. Y el dinero reclamado por el prefecto, guardado está en las arcas del Estado.
La gente del SEDRA es de palabra y honrada, sin embargo, jugo de amargos sabores ha sido el contrato de dragar. Pero robar, jamás, jamás.