Los primeros ocho meses de Donald Trump como presidente de los EE.UU. han estado signados por la recurrente polémica y discusión pero, sobre todo, por una constante redefinición de la tradicional investidura presidencial.
La pasada semana, el llamado “Rasputín” de la Casa Blanca, para muchos el gran estratega, Steve Bannon, ha abandonado su cargo como principal asesor presidencial.
Los motivos de su salida no están del todo claros, ni tampoco se sabe si optó por retirarse por propia voluntad o si fue una decisión del Presidente; lo único que sabemos es que la retirada fue presentada previsiblemente como “de común acuerdo”.
Bannon fue un eslabón nodal en la campaña electoral que convirtió al empresario en el sucesor de Obama. Pero con Trump en el Salón Oval, la discordia no tardó en llegar.
Quizás uno de los motivos no explicitados sea su participación en el polémico portal de noticias online Breitbart News, caracterizado por expresarse contra las minorías étnicas y religiosas, y contra el movimiento de mujeres y de disidencias sexuales. Algo muy sensible en un contexto en el que se han registrado ya preocupantes manifestaciones racistas de supremacistas blancos que han derivado en violentos enfrentamientos entre civiles.
Bannon fue un actor fundamental en el veto migratorio de refugiados e inmigrantes musulmanes y en la tan discutida salida del Acuerdo de París sobre cambio climático.
El motivo por el que Trump designó a este polémico personaje como jefe de estrategia tampoco queda claro. Activistas de sectores minoritarios sostienen que su nombramiento tenía como objetivo asegurar un contrapeso respecto a las políticas sobre las minorías que se venían consolidando desde la administración Obama, aunque también podemos asumir que tuvo que ver con el seducir y retener a nuevos sectores identificados con la derecha norteamericana.
El desplazamiento del estratega se suma a otras salidas por “la puerta chica” de la Casa Blanca, como la del director de comunicación, Scaramucci; el ex jefe de gabinete, Priebus; el ex portavoz Spicer y al consejero de Seguridad Nacional, Flynn. Demasiados movimientos importantes en tan poco tiempo.
En política, constituir equipos de trabajo no es sencillo. Pero es esencial para delinear cuestiones estratégicas con una visión a largo plazo y consolidar el rumbo de las políticas.
Con estas recurrentes crisis de gabinete, Trump comunica inseguridad e inconsistencias, algo que todo líder político debiera evitar, al menos, si quiere resguardar la imagen que supo proyectar. Así como en las campañas electorales se habla de tratar de alinearse a un discurso y mantener una coherencia en el afán de ser identificados, lo mismo sucede en el ejercicio de las administraciones, una vez que llegan al poder.