José Velásquez

Don Alfonso, el irrepetible

“El único patrimonio que tenemos los periodistas es la credibilidad, y que eso solo se logra cuando al rigor se le suma la madurez y se toma distancia de la vanidad”.

Era 2003 y vivía en Nueva York. Hacía mi maestría, escribía para un diario y al cruzar la calle tenía a uno de los parques más famosos. Sin embargo, el lujo más grande que me di ese año fue sentarme a charlar casi dos horas con don Alfonso Espinosa de los Monteros en una cafetería en Queens. Fue un suero de sabiduría; humildad a la vena. El periodismo es contar historias verdaderas y escuchar la historia de Don Alfonso narrada por él fue atestiguar el autorretrato del maestro.

Contó que cuando empezaba a trabajar en radio un profesor universitario estadounidense le dijo que tenía que mudarse a la televisión porque lo suyo era comunicar frente a la cámara. Algo que también entendió temprano fue que el único patrimonio que tenemos los periodistas es la credibilidad, y que eso solo se logra cuando al rigor se le suma la madurez, y se toma distancia de la vanidad y del conflicto de interés.

Don Alfonso ha sobrevivido a las tentaciones de poder y a los múltiples espejismos de este oficio. Mientras muchos colegas se obsesionan con el número de seguidores y el canje publicitario, aquí tenemos a una persona cuya única meta ha sido honrar a su profesión y respetar la confianza del televidente. Acaba de ingresar en redes sociales con la intención de compartir, no para intentar ser popular. Lo suyo no es ser tendencia sino constancia.

Cuando ya no esté seguirá estando porque es al mismo tiempo un prócer, una leyenda y una estrella del norte. Generoso con su tiempo, es conocida su disposición para ayudar a los que venimos detrás con un consejo editorial o con recomendaciones sobre locución. Lo he visto abarrotar auditorios y responder con entusiasmo a interminables preguntas.

Es su cruzada silenciosa para mejorar el periodismo. Independientemente del talento y la juventud que sigan sus pasos, todo será poco si no existe la misma mística que mostró sin tregua durante décadas. Sin su estatura editorial, sin su sobriedad a toda prueba, calzar sus zapatos será misión imposible.

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