Es relativamente fácil que el país siga dolarizado, claro que todo depende de qué se defina como “dolarización”. Porque si lo que queremos es poder hacer pagos con una moneda llamada “dólar” y llevar las cuentas en una unidad con el mismo nombre, entonces es fácil seguir con el sistema. Pero si queremos un país que crezca, que reduzca pobreza y cree empleo, entonces habrá que hacer serios esfuerzos para tener una “buena” dolarización.
Porque, a modo de ejemplo, se podría definir unos tres tipos de dolarización. El ideal, la dolarización Tipo 3, es aquella que tiene las ventajas de la estabilidad de precios y, al mismo tiempo, permite que la economía crezca, que cree empleo y que reduzca pobreza.
Para tener esa dolarización es necesario que la gente tenga confianza en el manejo económico y que las empresas inviertan, que el gobierno funcione y que sólo cobre los impuestos realmente necesarios para hacer, únicamente, aquello que no le puede delegar al sector privado. Algo así como lo que tuvimos entre 2001 y 2005, cuando el PIB creció en promedio al 5,1% anual, y eso que el precio del barril era de 36 (en dólares actuales).
También hay la dolarización Tipo 2, que es parecida a la 3, donde la economía igualmente tiene estabilidad de precios, pero solo crece cuando el petróleo está caro. Este tipo de dolarización se da cuando se ahuyenta a la inversión privada y se la reemplaza por gasto público, algo así como lo que sucedió entre 2008 y 2014, cuando el crecimiento promedio fue de 4,4%, claro que con un barril de USD 90 en promedio. Obvio, con un petróleo así cualquiera crece, hasta haciendo sabatinas para maltratar a la inversión privada.
Y claro, desgraciadamente también existe una dolarización Tipo 1, en la que hay tanta desconfianza en la política económica que es necesario poner trabas en la economía y donde lo único bueno es que existe la estabilidad de precios. Pero el país está con tal cantidad de distorsiones a la economía, con tantas trabas y prohibiciones y con tanta inversión ahuyentada que, básicamente, está condenado el estancamiento económico, a crecer con cuentagotas, a sólo “arrastrarse” por la senda del progreso, a pelearse los últimos lugares en el ranking de crecimiento de América Latina, a agradecer que exista Venezuela para que algún país de la región nos arrebate el último puesto.
Algo así como está pasando en este 2017, en este trágico año donde de la dolarización ya no queda nada de la libre circulación de divisas, nada de confianza de los empresarios y el sistema monetario se mantiene gracias a mil trabas y restricciones que le ubican en el preocupante Tipo 1 o “de camisa de fuerza”, una dolarización donde se traba la salida de divisas, se traban las importaciones, se regula precios y se quiere crear unos dólares… que no son tal.
@VicenteAlbornoz