Buenos Aires y Caracas tienen graves problemas cambiarios, explicamos hace dos semanas. Los países de Latinoamérica de mercado libre también tienen problemas aunque menos graves. Nosotros, dolarizados, tenemos una situación cambiaria que puede tornarse preocupante.
A raíz que la economía mundial entró en profunda recesión, septiembre 2008, los bancos centrales de EE.UU. y la Unión Europea implantaron agresivos programas de compra de papeles fiduciarios. La intención era mantener líquidos a los bancos para que presten.
Pero ni las empresas invertían ni los consumidores compraban. Un círculo vicioso.
Los bancos se percataron que los países de América Latina estaban bastante bien, puesto que los precios de los bienes primarios que exportan se mantenían. Como consecuencia, la banca invirtió en los países más amigables al mercado, entre ellos Colombia, Perú, Chile y Brasil.
En esos países el acelerado ingreso de divisas dinamizó la economía, pero en ciertos sectores como el inmobiliario los precios subieron, formando burbujas, y las monedas se revalorizaron, con lo que sus exportaciones perdieron competitividad.
Donde la revalorización fue más exagerada fue Brasil, donde entre 2008 y 2010 los precios medidos en dólares subieron un 50 por ciento más que los de EE.UU.
En 2011, a medida que la economía de EE.UU. inició su salida de la crisis, comenzó a revertirse el flujo de capitales. A fines de 2013 el FED estadounidense puso en práctica la reducción gradual del estímulo fiscal, y ahora los capitales abandonan Latinoamérica.
El problema en Brasil y los otros países ya no es el de una moneda muy fuerte, sino el de una depreciación pronunciada que amenaza atizar la inflación; para frenarla habría que elevar las tasas de interés, lo cual es recesivo.
Las manifestaciones de los últimos tiempos en Brasil tienen que ver con estas consecuencias.
Ecuador, como no se benefició del ingreso de capitales, no sufre las consecuencias de la salida. No hay efecto directo pero sí indirecto.
En 2013 los precios en dólares de los países arriba mencionados han caído entre 7 y 8 por ciento en relación a los de EE.UU., mientras que los nuestros subieron 1,2% más. Nuestros productos se encarecieron frente a los de nuestros vecinos y competidores.
Como en años anteriores se dio el fenómeno contrario, podemos decir que la relación de los precios ecuatorianos con los de los países vecinos se encuentra más o menos igual que 7 años atrás.
Pero si el dólar sigue fortaleciéndose, como algunos auguran, el Ecuador, al no poder devaluar, perdería competitividad ante los países vecinos, con graves consecuencias económicas.
En casi década y media dolarizados hemos gozado de tener un dólar débil. Pero es hora de tomar precauciones, ante una posible reversión de la tendencia.