Esta semana, la Autoridad Palestina (AP) presentará al Consejo de Seguridad su pedido de ser reconocido como Estado y de tener un voto en la Asamblea de Naciones Unidas. Se trata de un pedido desesperado ante la intransigencia israelí que ha mantenido en el limbo el más largo e infructuoso proceso de paz de nuestra era. Pero también desesperación por la falta de atención mundial a un problema que dejó de ser central en las preocupaciones no sólo de las Naciones Unidas, sino incluso de sus propios hermanos árabes en Oriente Medio. Según estimaciones de hace un par de meses, la mayoría de Estados con un voto en Naciones Unidas estaba dispuesto a apoyar a la AP en la Asamblea de Naciones Unidas. No imagino ningún país No Alineado votando en contra. La mayoría también está consciente de las consecuencias humanitarias, sociales y económicas de este estado de inercia que sólo ha favorecido a Israel y su política de apartheid y más asentamientos contra los palestinos. Pero la pregunta es ¿será que esto avanza la causa palestina o la de Israel?
Para mí la respuesta era evidente. Un rotundo sí. Por un lado, forzaría a Estados Unidos e Israel a proponer un proceso de negociación que funcione. Y, por otro, ayudaría a que la AP tenga una voz legal en el sistema internacional. Pero Josef Massad, como buen académico y palestino él mismo, puso sus puntos sobre mis íes en un gran artículo sobre el tema. La verdad es que con Estado o sin Estado bendecido por Naciones Unidas, la Autonomía Palestina seguirá en las mismas o, incluso peor, por una razón muy simple. La AP sólo representa en la práctica el 10% de la nación palestina en población y territorio. Una decisión favorable de la ONU para la AP equivaldría a darle en bandeja de plata a Israel lo que los palestinos han estado tratando de detener por décadas: la expansión de Israel vía asentamientos y hechos consumados. La zona de Gaza, controlada por Hamas quedaría en el limbo. Y tercero, le daría motivos a Israel para expulsar y desposeer a miles de palestinos que hoy viven en Israel como ciudadanos de tercera clase. Lo cierto es que –una vez más- Israel ganará perdiendo. Y aun cuando decida pedir a su gran protector, Estados Unidos, que vete en el Consejo de Seguridad la creación del Estado palestino, la afrenta de AP sólo le dará más razones para recrudecer su política.
La triste historia de los palestinos es apenas una síntesis de cuán mal está el sistema de seguridad y justicia internacional. Es también una demostración más de que la ONU no necesita una reforma de reglamentos o de su sistema de votación, sino liderazgo, un poco sentido de justicia y equidad con el que se manejan sus dictámenes y sus procesos. Un Secretario General incapaz de avanzar, por sí mismo, negociaciones de paz y que ha preferido tercerizarlos “de hecho” a la buena o mala voluntad de EE.UU. o Europa.