Justo cuando los efectos del covid están en retirada, se levanta otra peste que lastima e invita a esconderse. Es el caos intermitente de la Asamblea Nacional. Sus alianzas, sus prioridades y la pobreza de debates nos invaden. Vergüenza ajena. Desperdicio de recursos. Cero aporte. Se salvan cuatro gatos.
El escándalo ahora es la evaluación a la Presidenta y al CAL. Suena lógico y hasta técnico: evaluar para tener insumos objetivos y decidir. Parece racional y procedimentalmente correcto. Pero solo es humo distractor. Por debajo se cocina un asalto al poder. No nos engañemos, Llori y los suyos ya están evaluados, juzgados y sancionados por la nueva mayoría.
Este distractor sirve para dar legitimidad a una decisión tomada. El condumio no está ahí. La razón de ser de la maniobra es digerirse al Consejo de Participación Ciudadana, esperpento rechazado por todos. Y desde ahí manejar los nombramientos de autoridades de Contraloría, Fiscalía, Procuraduría, Judicatura.
No es todo. La nueva alianza va por más. El nombramiento de autoridades es solo un medio para la conquista mayor que huele a perdón, olvido e impunidad. Ese es el destino buscado. Por eso es tan codiciado. Por eso las alianzas insólitas. Solo un milagro o una maniobra inesperada puede detener semejante ola.
Al interior de la Asamblea también se juegan intereses. Tomarse las comisiones, especialmente la de Fiscalización. Pasar las amnistías en paquete. Bloquear leyes guardadas y nuevas… La extraña alianza -correístas, socialcristianos y algunos pachakutek- se tornará aplanadora. Sin ideología, ética, ni estética.
Momento para reflotar el imperativo de reformas estructurales. El Cpccs no necesita reforma sino extinción. La Asamblea requiere reducción de honorables, dos cámaras, nuevos perfiles, ética. Se habló de consulta popular -ya hay discusiones abiertas- pero se perdió en las urgencias. La inacción significará dejar la iniciativa en manos de los que sabemos. El pasado puede volver disfrazado de futuro.