Si se mira el comportamiento del Ejecutivo, se advierte últimamente como un deseo inexplicable de agudizar las crisis.
La forma cómo han sido tratadas las protestas de Colegio Montúfar, el exacerbamiento de un conflicto inexistente en la Universidad Andina (qué problema habría para un gobierno normal si su candidato pierde y no es designado rector de una universidad), las provocaciones constantes del Gobierno al estamento militar, son algunos ejemplos que denotan una estrategia, lejana a un sensato manejo de conflictos, y, por el contrario, basada en una voluntad de profundizarlos hasta el límite.
Esto nos lleva a la pregunta de qué busca el Gobierno. ¿Se pretende distraernos de los graves problemas que enfrentamos; tenernos ocupados en asuntos importantes, pero menores, para evadir la gravedad de la crisis económica y las medidas que se deberían tomar? ¿O es que el Ejecutivo exacerba el conflicto porque desea generar condiciones de inestabilidad que alteren el calendario electoral, eximiéndose, precisamente, de asumir el ajuste económico que nos espera? ¿Distracción o suicidio? ¿Va por ahí el camino estratégico escogido por el régimen para enfrentar la compleja coyuntura económica y preelectoral por la que atravesamos?
Si nos inclinamos por la respuesta de la distracción, tendríamos a favor que esta ha sido uno de los recursos preferidos del Gobierno. La generación de cientos de microconflictos ha sido la historia de la revolución ciudadana en estos 9 años. Aquello transformó al Presidente en héroe de miles de pequeñas epopeyas de las que siempre resultó triunfante.
El 30-S es quizá el mejor ejemplo de cómo un problema localizado, que pudo solucionarse con una negociación puntual, se transformó en una crisis casi terminal, que incluyó propaganda de magnicidio, golpe de estado, fin de la democracia y un lamentable número de muertos. Pero tampoco habría que abandonar la segunda hipótesis, en especial si se analiza el tratamiento gubernamental al tema militar, en el cual la imposición, la humillación y el irrespeto a la oficialidad denotan un tendencia a jugar con fuego.
Lo ocurrido la semana pasada en el Campo de Marte nos pone a pensar sobre qué busca realmente el Gobierno. Por un lado, provoca a los estudiantes para que salgan a las calles y, por otro, humilla a los militares, los politiza y los trata como inferiores; cosa muy distinta a un ejercicio democrático de la autoridad civil sobre la militar. Ese no es, precisamente, el comportamiento de un Gobierno que busca protegerse y resguardar la estabilidad del país; ni el de un mandatario que se ve en su último año y que pretende entregar a su sucesor un país en marcha y pacificado.
Pero a la República no le conviene ni lo uno ni lo otro. No debemos evadir los verdaderos problemas nacionales y, por supuesto, para todos, quizá en especial para el Gobierno, debe quedar claro que el Sr. Correa gobernará el Ecuador hasta mayo de 2017 y deberá irse asumiendo su responsabilidad y rindiendo cuentas de lo que ha hecho y ha dejado de hacer.
@cmontufarm