La imagen izquierdista y de cambio del Gobierno se ha resquebrajado. Su ruptura con la mayoría de los ideólogos de la Revolución Ciudadana, el distanciamiento y represión a los movimientos sociales, la priorización de una agenda económica extractivista y una vocación política concentradora y autoritaria es la peor carta de presentación para un nuevo momento electoral que pedirá explicaciones en torno al ejercicio de las libertades y de la democracia y al modelo de desarrollo.
El reacomodo del Gabinete tiene varias interpretaciones. Una apuntaría a la recomposición de imagen disputando el campo de la izquierda y la preparación de condiciones adecuadas para las próximas elecciones.
El rostro más fresco en la reconfiguración izquierdista del gobierno lo aporta Rosa Mireya Cárdenas, figura histórica de Alfaro Vive Carajo AVC, el movimiento político – militar más emblemático en la lucha contra la extrema derecha de los años ochenta, especialmente contra León Febres Cordero, máximo representante de la partidocracia y figura dominante del escenario nacional en las dos últimas décadas.
Grave responsabilidad de la ministra Cárdenas al frente de la Secretaría de Pueblos, instancia gubernamental acusada de cooptar y utilizar la organización social en beneficio oficial. Su aporte no debe reducirse a decorar al régimen con los galardones de luchas y sacrificios pretéritos, sino incidir para desmontar la política de criminalización de lucha social, deshacer los procesos de división de las grandes organizaciones y gremios, frenar iniciativas de control y coerción de sindicatos, ONG y líderes contestatarios y crear condiciones para que la organización social y ciudadana se desarrolle con independencia del Gobierno, de la oposición y de otros factores de poder facilitando su participación consciente en la definición y vigilancia de las políticas públicas. Estos retos tienen Rosa Mireya Cárdenas así como Betty Tola desde la cartera política.
La salida de Jeannette Sánchez del Ministerio de Coordinación Social, una de las ministras más ecuánimes, democráticas y solventes, daría paso a Doris Soliz, quien probablemente intentará direccionar y exhibir las políticas sociales en coherencia a las demandas electorales. Asunto harto complejo, cuando al menos en educación, el Gobierno a estas alturas de su labor tiene que mostrar resultados en calidad educativa, cuyos tiempos y productos no coinciden ni coincidirán con los tiempos políticos.
El retorno de Fander Falconí al Gabinete, luego de su digna salida denunciando el debilitamiento del proyecto Yasuní ITT, es inexplicable, a menos que el modelo económico gubernamental gire a posturas verdes. Si no es así, ¿qué hará F. Falconí? ¿Se esperaría su renuncia en pocos meses?
El Gobierno tiene cuentas pendientes con la izquierda. ¿Las pagará?