El matrimonio Kirchner-Fernández –mejor conocido como la “Dinastía K”- funcionó a la perfección en la política argentina. Néstor y Cristina gobernaron juntos durante 4 años en Río Gallegos (intendencia), 12 en Santa Cruz (gobernación) y 7 años y medio en Argentina (dos presidencias). Fue un dúo muy acoplado, inteligente y trabajador. Hasta realizó la hazaña de alternarse en la Casa Rosada, con el sueño de gobernar juntos durante 12 años más. El gran error de Néstor Kirchner fue obligar a su estropeado corazón a trabajar al máximo y sin tregua desoyendo los consejos médicos. Entre otras cosas, no quería suspender ni un día -ni una hora- el apoyo a la Presidenta, su esposa y socia, y seguir en la lucha por mantener en sus manos –de los dos- el poder en un país tan difícil -forjador de ídolos y caníbal del poder, dijo alguien- como su Argentina. El corazón protestó el miércoles a las 9 y 5 de la mañana en Calafate.
La muerte de Kichner fue, por cierto, un tremendo golpe a su pareja y un suceso con resonancia mundial. Cristina no solo se encontró viuda sino -por vez primera- sola, a sus 57 años. Con la responsabilidad inicial de resolver si acepta una candidatura para las elecciones del 2011, sabiendo que ya no tiene a su lado a Néstor. Se la reconoce como una mujer resuelta y preparada, excelente oradora, mejor que su esposo. Pero no se olvida que hasta hoy, Kirchner la apoyó fundamentalmente. Fue, hasta su sorpresivo final nada menos que jefe del peronismo -una posición clave-, virtual ministro de Economía, articulador de alianzas, implacable con los adversarios, controlador de los jueces, alcaldes y gobernadores. Un trabajador incansable y, al final, de cuentas, el personaje político argentino de la década. ¿Ganar la candidatura, doña Cristina, sin esa mano derecha?
Kirchner -descendiente de emigrantes suizos y croatas- se casó con Cristina en La Plata e inició su carrera a 2 700 kilómetros de Buenos Aires, en Río Gallegos. Llegar a la presidencia (en el 2003-2007) desde allí es ya un suceso. Con el añadido de que le fue bien en su período, luego de que Argentina había tocado fondo en una de sus mayores crisis. Peronista de izquierda desde sus inicios, al asumir el poder no trepidó en golpear al neoliberalismo argentino y propició el castigo a las juntas militares criminales. Luego se dio el lujo de ceder el mando a su esposa. Los dos dieron pasos positivos pero no negaron las acusaciones de un enriquecimiento del 700 %, aunque la justicia justificó al poderoso binomio. El ex Presidente venía, al parecer, preparando su nueva postulación pese a un contraste de la “Dinastía K” en las urnas en el 2009. Los funerales revelaron singular entusiasmo -sobre todo de jóvenes e independientes- por los “K”. El mensaje -según versiones dignas de crédito- es: Cristina a la presidencia sin algunos extremismos de Néstor. Veamos.