El Ministerio del Ambiente multó con USD375 000 a los secoyas, etnia de 453 personas que viven a orillas del Aguarico, por talar 173 hectáreas de bosque primario para sembrar palma africana. Ese acto trae a la luz un dilema nacional no resuelto.
Los latinoamericanos vivimos el chuchaqui de la Conquista. Mala conciencia, compartida con los europeos, por la destrucción de las sociedades indígenas.
Las autoridades nacionales y muchas ONG pugnan por preservar las culturas que sobreviven. Al punto que se prohíbe la actividad petrolera en vastas áreas frecuentadas por los taromenane y tagaeri, grupos no contactados que en su conjunto son menos numerosos que los secoya.
A eso se suma que los ambientalistas han resucitado el idealismo de Rousseau, del noble salvaje que vive en armonía con la naturaleza, no corrompido por la civilización.
Pero los antropólogos y arqueólogos revelan que la vida, a nivel de esos grupos nómadas, es violenta. Más como la describe Hobbes que Rousseau. Aproximadamente el 20% de la población muere violentamente.
La historia de la humanidad es que los pueblos, cuando entran en contacto con otros de mayor nivel de vida fruto de la incorporación de tecnología, buscan emularlos.
Hace 10 000 años, en el Oriente Medio y en China (posteriormente en América), algún pueblo nómada descubrió que era posible modificar la naturaleza, sembrando plantas alimenticias.
Así nacieron la agricultura, la acumulación de capital, la mayor densidad poblacional, y la liberación de parte de la población de la recolección de alimentos, caza y pesca, para que se dediquen a actividades especializadas, como los rituales. Esos pueblos más avanzados conquistaron a unos vecinos, pasando de ser grupos como los Secoya, a ser tribus.
La estructura social de pequeños grupos nómadas sólo subsiste entre los pueblos no contactados. Porque una vez en contacto, buscan asimilar las técnicas avanzadas. ¿Tenemos derecho a decirles a los pueblos amazónicos que vivan según sus costumbres ancestrales? Que renuncien a la agricultura, puesto que viven rodeados de bosque primario? Entonces, deberán abandonar sus tierras y migrar a la ciudad.
Un dirigente Secoya explica que antes vivían de frutos, caza y pesca, pero eso no compra la ropa que hoy visten, la educación que quieren sus hijos, y por eso necesitan una cosecha que puedan vender.
Nos hemos pasado al otro extremo. Cierto es, hay que respetar las costumbres de los pueblos indígenas. Y tener simpatía por su dilema de a la vez modernizarse y mantener su identidad cultural.
Pero hay que reconocer que los amazónicos están haciendo igual que los otros pueblos que entraron en contacto con sociedades más avanzadas: se asimilan a ellas.