En la segunda mitad de la década de los ochenta, Raúl Castro ya sabía que el sistema comunista era improductivo. La isla, pese al enorme subsidio soviético, se hundía progresivamente en la miseria. Entonces pensó que el desastre económico se debía a la gerencia burocrática gubernamental, y que la tecnocracia arreglaría el sistema comunista con las herramientas del capitalismo. Mandó a docenas de oficiales del Ejército a formarse en buenas instituciones capitalistas dedicadas a los estudios empresariales.
Cuando Gorbachov asumió la jefatura del Kremlin, Raúl se enamoró de los cambios iniciados por este y completó su receta: una buena gerencia, unida a una profunda reforma del Estado, con énfasis en la descentralización, salvaría el comunismo. Tradujo el libro Perestroika y lo repartió entre muchos de sus oficiales. Él resolvería el enigma del porqué unas sociedades donde abundaban personas bien educadas y saludables eran tan improductivas.
Gorbachov padeció el mismo error de Raúl Castro, pero antes del derribo del Muro de Berlín en 1989 y de la disolución de la URSS en 199, ya había descubierto que el colectivismo estatista, dirigido y planificado por los burócratas del Partido conducía al empobrecimiento creciente. Había que olvidar la utopía.
Raúl Castro está hoy exactamente en el mismo punto en el que se encontraba Gorbachov a fines de los ochenta. Cuba ni siquiera puede alimentarse. ¿Por qué? Por seis razones que no se resuelven con el modo comunista:
1- Sin una moneda fuerte que mantenga su valor y poder adquisitivo.
2- Sin propiedad ni empresa privada no hay desarrollo.
3- Sin un sistema de precios regidos por la oferta y la demanda es imposible asignar eficazmente los recursos.
4- Sin libertad económica y reglas claras que faciliten la creación de empresas, obstaculicen la corrupción y premien el ahorro y la inversión, jamás se generará riqueza.
5- Sin un ordenamiento jurídico, un poder judicial eficaz, equitativo e independiente que resuelva los conflictos, castigue a los culpables, proteja los derechos de las personas y dé seguridades, no se sostiene una sociedad.
6- Sin transparencia ni rendición de cuenta de los actos de gobierno, sin funcionarios bajo la autoridad de la ley, guiados por la meritocracia y legitimados en elecciones periódicas, tampoco se alcanzan desarrollo.
¿Está listo Castro para admitir estas amargas verdades? En su momento, dijo que no lo habían “elegido” para enterrar a la Revolución, sino para mejorarla. A estas alturas ya sabe que eso es imposible. El mismo dilema que Gorbachov debió enfrentar: renunciar al disparatado modelo comunista o mantenerlo y destrozar a Cuba aún más. Hasta ahora todo indica que Raúl prefiere morir en el error aunque les deje a los cubanos un país en ruinas. Eso se llama ensañamiento.