Ante las observaciones de Pedro Pablo Kuczynski sobre las dificultades políticas en su país con dos presidentes presos, Lenin Moreno bromeó: “En Ecuador no tenemos presidentes presos, pero no perdemos la esperanza”.
La ocurrencia provocó una ola de risas en el gabinete binacional en la ciudad peruana de Trujillo y la iracunda respuesta tuitera de Rafael Correa desde su altillo de Bruselas: “Efialtes de Quito jactándose de su pequeñez”.
El ex presidente se tomó el duelo y lanzó la erudita y mezquina alusión. En estos tiempos, la erudición tiene la marca Google. Una consulta de segundos revela que ese personaje, entre la leyenda y la historia, fue un pastor al que se representa con deformidades físicas, y de quien se tiene memoria porque traicionó a los espartanos al revelar a los persas un paso para sortear el desfiladero de las Termópilas. No obstante, la Wilkipedia registra algunos otros Efialtes: no solo al traidor, sino al político de la antigua Atenas que, en el 460 a. de C., inspiró las reformas a la concentración del poder del Aerópago, enjuició a sus integrantes y distribuyó sus competencias entre tres instituciones; por ello se le considera un precursor de la democracia ateniense. Sin embargo, no participó de la nueva forma de gobierno porque fue asesinado. Y como acontece a menudo en los crímenes políticos, no se conoce a ciencia cierta quién fue el asesino, aunque se sospecha que para su muerte confluyeron contrapuestos intereses del mismo partido que lo apoyaba. Hay también un tercer Efialtes, el de la mitología, un espíritu obsesivo que atormenta a los seres humanos metiéndose en sus sueños. Es el nombre griego para las pesadillas.
Los escarceos verbales entre el antecesor y el sucesor alimentan la cultura del espectáculo, pero no disipan la desorientación e incertidumbre política. Vivimos en el país de las ambigüedades: un plan económico que no es plan; un vicepresidente sin funciones encarcelado y acusado de asociación ilícita que no renuncia a su puesto, y los asambleístas de oficialismo que se mantienen en el limbo sin dar curso al juicio político; un presidente que ha marcado una apreciable distancia con el ex presidente, ha denunciado algunas de sus grandes mentiras y ha prometido una cirugía mayor contra la corrupción, pero que conserva en su entorno cercano a muchos de los mismos colaboradores del antecesor; una consulta para desmontar parcialmente la estructuras del poder de los diez años del correísmo, en la que se encarga de pastorear las preguntas en la Corte Constitucional a una joven política que antes exaltó la reelección indefinida y apoyó el mal llamado Consejo de Participación Ciudadana … ¿Traición, aires de democracia, mortales amenazas o tormentosas pesadillas?
El reino de la ambigüedad.