La política internacional de Ecuador produce bochorno. Posiciones panfletarias, engaños, contradicciones y hasta el incumplimiento de la palabra empeñada, son algunas de las aristas. Si el Presidente mandara en este ámbito, como indica la Constitución, quizá otras serían las posturas. Pero no parece el caso. Prima la inercia correísta y una incoherencia evidente -quizá uno de los rasgos más sólidos del actual gobierno-.
La postulación de la canciller María Fernanda Espinosa a la presidencia de la Asamblea General de la ONU, es una de las perlas de la diplomacia morenista. Además de deshonrar la palabra empeñada con Honduras y fallar a las reglas no escritas de la diplomacia, no se entiende la postulación de alguien que, parapetada en la tesis de la soberanía y no intervención, se hace de la vista gorda ante hechos y países que violan e incumplen sus compromisos con la ONU.
Frente a la realidad de Venezuela, una auténtica crisis humanitaria en el marco de un ejercicio de gobierno autoritario, corrupto y violador de derechos humanos, Ecuador muestra complicidad. Es vergonzoso. Lo es porque exhibe un alineamiento ideológico con ese régimen, pero también porque está a contracorriente de lo que piensa el Presidente Lenín Moreno sobre Venezuela.
Que Moreno y la canciller tengan posiciones contrarias no parece incomodar a ninguno de los dos. Espinosa, junto a otras autoridades de actual Ejecutivo, pasó, sin ruborizarse, de ser fiel partidaria de Correa, a ser canciller de Moreno. Pasó al bando del traidor, según palabras de su antecesor. Pero ese tránsito no modificó su impronta correísta.
Observe usted lo que pasó en febrero con la CIDH, que negó las medidas cautelares pedidas por la Comisión para los supuestos perjudicados por una de las preguntas de la consulta popular. El gobierno se atribuyó el triunfo, pero no era cierto: la CIDH resolvió por su cuenta y cuando ni siquiera había recibido los argumentos ecuatorianos.
El tema Assange es otra perla. En secreto y en un procedimiento “fast track”, el hacker fue nacionalizado y propuesto como diplomático, con la idea de librarlo de su encierro. La jugada no fue aceptada por Londres.
En medio de este devenir de acciones cuestionables, llama la atención que el gobierno, en otra contradicción más, haya nombrado para algunos cargos diplomáticos clave, como la embajada en Estados Unidos, a profesionales sin sesgo correísta.
Difícil vaticinar si habrá cambios reales en política exterior, aunque las recientes expresiones de Moreno sobre Venezuela podrían sugerirlo. De todas formas, si se mantienen los Lineamiento de Política Exterior 2017-2021, documento de impronta correísta que guía a la cancillería, el bochorno seguirá en firme.