Ricardo Patiño anunció una “resistencia combativa” contra el Gobierno y lanzó furibundas amenazas de guerra: “tenemos que tomarnos las instituciones públicas, tenemos que cerrar los caminos”, exclamó en un discurso de barricada durante una convención de su grupo político. Al mismo tiempo, instó a sus militantes “a quemar las llantas que sean necesarias para demostrar que la lucha del pueblo está encendida” y a emprender una acción de fuerza el 7 de noviembre en la Corte Nacional de Justicia, cuando una jueza deberá decidir si se llama a juicio a Correa por el secuestro de Balda, y a actuar también para que Jorge Glas “por lo menos” sea devuelto a la Cárcel 4 en Quito porque el penal de Latacunga ya no es el centro de rehabilitación de cinco estrellas que construyó el anterior Gobierno, sino un denigrante lugar de castigo…
La bravuconada es otra muestra del horizonte tan estrecho de la práctica política y los contradictorios y desvergonzados coletazos de la década correísta.
¿Dijo alguna palabra de los temas trascendentes para los ecuatorianos? ¿Qué hacer para salir de la crisis económica a que condujo al Ecuador el irresponsable manejo de la década? ¿Cómo generar empleo y reducir los índices de subempleo? ¿Cuál es el camino para recuperar la devaluada credibilidad en las instituciones democráticas ? ¿Y para la prometida cirugía mayor contra la corrupción? ¿Y para procesar a quienes se enriquecieron con los sobreprecios en las obras públicas, la comercialización del petróleo, el uso del poder y los recursos públicos? ¿Y para recuperar el dinero robado? ¿Cómo reparar las violaciones a los derechos humanos, las arbitrariedades de los jueces subordinados a órdenes políticas? ¿Cómo restañar las heridas contra la libertad de expresión y por la penalización de la protesta social? ¿Cuál es el norte para el Ecuador de los próximos años?
El ministro de Economía de los pativideos, el canciller del escándalo de la droga en la valija diplomática, el titular del transitorio Ministerio del Litoral, el coordinador de la Política, el ministro de Defensa, el personaje todo terreno de un Gobierno que castigó a tantos dirigentes sociales bajo la figura de terrorismo por acciones a las cuales ahora convoca, anuncia “la resistencia combativa” contra el mandatario que él mismo ayudó a llevar a Carondelet.
Las contradicciones entre la propaganda y la realidad, la corrupción y el engaño, la destrucción de las instituciones, la división y el odio durante la década pasada solo dejaron en los ciudadanos escepticismo y desconfianza.
Una mayoría se halla harta de la política de agresividad e insultos, de división maniquea, confrontación y guerra a muerte entre gobernantes y opositores como forma de relación entre los políticos y la sociedad.