El 24 de diciembre, The New York Times dedicó un amplia crónica a la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair: “El gobierno ecuatoriano apostó por China para una obra que ahora se resquebraja”. Los periodistas Nicholas Casey y Clifford Krauss ponen sobre el tapete unos hechos bastante conocidos en la mayoría de casos, otros menos conocidos y otros más que arrojan pistas para los jueces.
Antes de que se inaugurara la megaobra en 2016, se habían detectado numerosas fisuras en la infraestructura, que se las reparó, pero volvieron a abrirse. La crónica recuerda que, desde 2014, se observaron “grietas en los distribuidores chinos de acero inoxidable que inyectan agua a las turbinas” y que “en diciembre de ese año, trece trabajadores chinos y ecuatorianos murieron cuando un túnel se inundó y colapsó”. Señala también otro hecho conocido: ni las instalaciones de la central ni la red eléctrica del país permiten generar los 1500 megawatios anunciados: Coca Codo Sinclair funciona con una capacidad reducida. Además, saca a la luz un problema más reciente: la obstrucción de la presa por la presencia de sedimentos.
Menos difundidas son las prevenciones desoídas del riesgo de construir en las proximidades del volcán Reventador. Los periodistas recuerdan que “ambas naciones estuvieron dispuestas a ignorar fallas importantes en el diseño, un estado económico dudoso para costear la construcción y advertencias de grupos independientes de que los estudios técnicos para la presa eran obsoletos”; y señalan que “The New York Times tuvo acceso a una revisión independiente del proyecto en 2010, elaborada por una agencia gubernamental mexicana, que advertía que la cantidad de agua en la región para hacer funcionar la presa no se había estudiado en casi treinta años”. Un exgerente general de la central les reveló que, a pesar de todas las advertencias, los altos funcionarios ecuatorianos presionaron para avanzar en la construcción del proyecto.
Lo más grave son las señales de corrupción en una obra para la cual el país se endeudó en USD 1 700 millones. Las sospechas recaen sobre los mismos personajes que aparecieron ya en la red de sobornos de Odebrecht: el exvicepresidente Glas y su tío Rivera, el ex ministro Mosquera, el excontralor Pólit. La crónica detalla esos indicios, pero termina con un dato preocupante: el hasta hace poco fiscal general del Estado, Paúl Pérez, que encabezaba una investigación sobre corrupción por parte de los chinos, viajó a ese país para solicitar ayuda; sin embargo, renunció de manera inesperada, poco después de su regreso.
Causan vergüenza e indignación los hechos que recuerda The New York Times: la megaobra que se promocionó como histórica para el país aparece con los repulsivos rostros del engaño, el despilfarro y la corrupción.