Días fastos y nefastos

La experiencia demuestra que, sin voluntad expresa, cada día juzgamos los hechos ocurridos, indiferentes, buenos o malos. Y aunque no siempre estamos obligados a dar a conocer nuestra opinión, pronto los indiferentes pasan al olvido y nuestra memoria clasifica los otros como días ‘fastos’, si predominó lo bueno, y ‘nefastos’, si lo malo. El don de la comunicación hablada o escrita informa, a veces al instante, en cada charla o periódico, sobre tales opiniones: pronto desaparecen también si no son importantes y se afincan en el recuerdo si son perdurables, más aún si tienen fuerza suficiente para integrar la memoria colectiva, es decir la historia, auténtico registro de los hechos socialmente trascendentes. Cada ser humano guarda en su memoria lo que le es particularmente significativo. Cada comunidad (de familiares, artesanos, obreros, cooperativa, sindicato, parroquia, región o país) ahonda en recuerdos positivos, que fortalecen sus fines, personalidad social e identidad colectiva; y procura dejar de lado los negativos, a menos que, de ellos, haga motivo de superación y esfuerzo.

Cuando la vocación profesional obliga al periodista a dejar constancia de recuerdos, la selección exige en cada ocasión, sean uno o varios temas, equilibre la periodicidad con el espacio disponible. El problema se torna mayor cuando, apenas se dispone de 2 500 caracteres, una sola frecuencia a la semana y varios asuntos importantes a tratar, lo cual obliga a no prescindir de ninguno y extremar la síntesis. Suele ocurrir cada fin de año, como ahora, pido a mis amables lectores perdonarme:

Diciembre 3, 2011: Recibo conmovido la noticia de la muerte en Quito, a los 82 años, de mi muy querido amigo Oswaldo Moreno Heredia, tal vez el mejor de los pintores cuencanos y uno de los mayores del Ecuador, con largo y fecundo magisterio. Reciban sus deudos mi más sentido pésame.

Diciembre 5: 90 años de la Dra. Betty Meggers, Washington, D.C. (1921), antropóloga aún en servicio en la Institución Smithsoniana, el más alto centro estadounidense de investigación para las ciencias naturales. Ella, con su ya fallecido esposo Clifford Evans, y con Emilio Estrada, son los científicos a los que más debe el Ecuador por sus excavaciones, análisis y debates sobre la Cultura Valdivia, pionera de la cerámica en el Nuevo Mundo, influenciada por contactos recibidos de navegantes japoneses transpacíficos (Jomón).

Diciembre 11, 1811, ¡bicentenario olvidado, que ayer debimos celebrar!: Proclamación de la Independencia del Estado de Quito por la Junta Suprema Gubernativa que presidió Mons. José Cuero y Caicedo, “por la gracia de Dios y la Santa Iglesia, Obispo, y por la voluntad de los pueblos, Presidente del Estado”. Tres meses después, el 15 de febrero de 1812, ya como Presidente del Primer Congreso, aprobó la Constitución de Quito, basada en el proyecto de José Miguel Rodríguez.

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