Miguel Rivadeneira Vallejo

Diálogos falsos y toma de justicia

Esta Asamblea, tan desprestigiada y que debiera irse a su casa por sanidad política y por méritos de su mayoría, sigue desafiando con sus acciones desestabilizadoras, que contribuyen a la inseguridad jurídica que campea en medio de incertidumbre. En esas condiciones, incluidas trampas y alteración de votaciones que quedan impunes, ¿puede el país salir adelante con semejante bazofia legislativa? Las pruebas evidencian los hechos.

El diálogo es el mecanismo más idóneo para la solución de conflictos, que merece ser impulsado, pero ¿puede haber un proceso sincero y democrático con el Ejecutivo (que ha cometido varios errores) de una representación legislativa que solo busca imponer su agenda de ambiciones, liderados por quien ha sido juez y parte, de una manera impresentable, desde cuando fue al llamado de la Conferencia Episcopal, luego votó por la destitución del Presidente y hoy insiste, devalúa y manosea demagógicamente el recurso del diálogo. ¿Para qué? ¿Para seguir perdiendo tiempo hasta el momento de las decisiones y votaciones e imponer hasta con acciones ilegales?

Hoy la mayoría legislativa, que manipula el bloque correista, avanza con su agenda en la búsqueda de impunidad, sin importarles nada, con la participación de tránsfugas ex ID, ex Pachacutik y los mal llamados independientes, a los que se suma el bloque PSC, que juega como siempre a sus intereses circunstanciales.

Hoy utilizan a ex jueces descalificados, nombrados durante la toma de la justicia del correísmo, que cometieron barbaridades, se prestaron sumisamente para torcer la justicia y reaparecieron como adalides luego de su fracaso cuando no tuvieron probidad notoria en su desempeño y no pasaron las pruebas de evaluación e incluso algunos no quisieron sospechosamente levantar su sigilo bancario.

Quieren diálogo para promocionarse y tenerles entretenidos en la discusión de proyectos que antes ya negaron, mientras su agenda nefasta camina hoy para la toma de la justicia sin tener ninguna vergüenza. ¡Verdaderos audaces y cínicos!

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