Diálogo impositivo

Columnista invitado

Los malabares políticos van cambiando de acuerdo a la impotencia de la gestión política, al verse acorralada ante el incontenible fracaso de modelos económicos experimentales, populistas, patrimonialistas y de clientelismo prebendario, como los pseudosocialistas de la suprema felicidad y del buen vivir.

El tradicional artificio de buscar un enemigo, mediante la provocación de un conflicto externo para detener la polarización nacional y motivar la unidad nacional en defensa de la soberanía sigue vigente, como en Venezuela, cuando se ordena realizar maniobras militares para una “defensa integral”, ante una supuesta invasión imperial o cuando mediante un Decreto Ejecutivo se modifica unilateralmente la delimitación marítima con Colombia.

Erróneamente, se piensa que buscarse un enemigo, logra la cohesión nacional, cuando lo que en realidad se busca es distraer, dispersar a las fuerzas políticas, lograr mayor concentración de poder personalizado que, por sentirse erosionado, justifica acciones despóticas y el uso de la fuerza, con ordenes directas infames, de autorizar el uso de las armas al Ejército en contra la población, como sucedió en Venezuela.

En nuestro país, mientras tanto, se supuso la existencia de un “Plan Revancha”, como táctica de la oposición que buscaba crear caos y desestabilización y que hace tres años, según el Ministro de Defensa fue abortado, sin demostrar evidencia alguna ni establecerse responsabilidades.

Otra artimaña política sigue siendo el ‘golpe blando’; galimatías que pretende describir miopemente las imágenes de las manifestaciones sociales y justificar la represión, sin ver en profundidad el origen del conflicto, las causas y causantes de la crisis política interna ni la incapacidad de los órganos gubernamentales responsables. La finalidad de las comisiones verificadoras del golpe blando solo busca una salida “honorable” a las decisiones políticas erradas y sustituyen a la rendición de cuentas, investigación y fiscalización.

Ahora, cuando se ha escalado el conflicto hacia una situación de crisis, sin abandonar una larga trayectoria de intolerancia, descalificación y atropellos, se propone un “diálogo por la justicia y la equidad” condicionado desde una posición dominante para reducir el nivel de tensiones políticas, edulcorar la imposición de leyes contra la propiedad privada, el patrimonio y el crecimiento legal de la economía que junto con las reformas a la Constitución son esperadas en la Asamblea para tramitarlas al Registro Oficial.

En el proceso de las políticas públicas, el diálogo es el primer instrumento de auscultación de la real problemática, para la cual se deben buscar soluciones consensuadas, antes de estructurar un proyecto de ley para enviarla a la Asamblea. Pero cuando se pone la carreta delante de los caballos, solo queda el diálogo impositivo, avasallador, con las consecuencias del “calentamiento de las calles”, única imagen que ven quienes se aferran torpemente a ver ‘golpes blandos’.

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