Ecuador quiere dialogar, compensar así su déficit en los 10 años anteriores. Moreno vende que esa será su política, sería positivo.
Los hechos dirán si es política y no simple imagen de propaganda. Dialogar es, sin embargo, la base de convivir en sociedad y aún más de la democracia (representativa, participativa, comunitaria…) que implica vivir en pluralismo, con la diversidad de condiciones sociales e ideas.
¿Pueden mentalidades poco democráticas vivir sana y positivamente el diálogo? Difícilmente, pero hay que hacerlo; del mismo modo que uno no escoge con quién hacer la paz. Es una limitante que gobierno y oposiciones anuncien dialogo en función de sí mismos y de la defensa de sus intereses inmediatos, sin la generosidad que exige dialogar para convivir en democracia.
No es una cultura de diálogo la que muestran AP y las oposiciones. Creo habla por sus heridas y no alimentó democracia cuando, luego de los resultados confiables de Participación Ciudadana y la Politécnica Nacional, se infería que perdió las elecciones. Alimentó dudas que destruyen las instituciones. Si fraude había era necesario demostrarlo. Alianza País hace lo contrario de lo que pretende, al negar inicialmente a Creo su lugar en el CAL.
Varios jueces querían castigar a Creo porque planteó el fraude. ¿Es eso democracia y dialogante? Si así se procediese, muchos quisieran “castigar” a AP, por tantas cosas. Lo cual es inadmisible para el convivir colectivo. Esa posición contra Creo es no reconocer la disputa política y no tener la sensibilidad para captar que, en 10 años, AP y el CNE no sembraron transparencia sino dudas. Efecto extra de la concentración del poder.
También, AP anuncia que el legislativo va a “territorializarse”, “procesar el diálogo” y “no hacer acuerdos como antes”. Solo esto ya suscita las dudas de antes, ya que no significa nada en relación con el pluralismo ideológico presente en el legislativo con electos por el pueblo, con ellos el diálogo es indispensable.
Esa “consulta”, lleva a cortocircuitar la representación y construir un discurso legitimador en nombre de una participación que es solo formal. El Legislativo debe legislar, fiscalizar y controlar a los otros poderes del Estado, su preparación con consultas, participación ciudadana, no reemplaza sus funciones.
Para un cambio positivo, AP debería hacer una autocrítica. No se contribuye a que la sociedad asuma sus problemas, si se esconde sus heridas y “errores” y se hace el “aquí no pasó nada”. Esta autocrítica permitiría crear credibilidad y a la sociedad valorizar que hay límites al poder. Así, resulta necesario que unos abandonen las manías del poder, otros los resentimientos, para refundar o consolidar instituciones y su “espíritu”, lo que va más allá de la ley. Sembrar cultura democrática es pluralismo.