La oposición venezolana y el presidente Nicolás Maduro tuvieron, por fin, un cara a cara . Por ahora el único acuerdo en la primera jornada de diálogo es que se volverán a reunir.
Si antes del jueves era mínima la expectativa de que se pudiera poner fin a los dos meses de convulsión social que han provocado la muerte de 41 personas y mostrado el lado más oscuro de la represión chavista, después de escuchar a las partes se presagia que las conversaciones serán un camino de espinas. Se sabía que no sería fácil, claro. Hay muchas heridas y muchos intereses. La Unasur realizó un titánico esfuerzo para sentarlos a la mesa. Los cancilleres de Colombia, Ecuador y Brasil, en misión mediadora, recibieron un empujón del Vaticano, a través de su nuncio, y de un mensaje del papa Francisco en el que pedía a las partes “coraje” y las exhortaba al “heroísmo del perdón”. Sin duda, el que se haya logrado un acercamiento, después de años de agresivos desencuentros, es ya un triunfo de la diplomacia, pero es apenas el comienzo.
Maduro repitió un rosario de reproches, los mismos que esgrimía el difunto Chávez: “Golpistas”, “complot internacional”…, pero dejó muy claro que no habrá “ni negociación, ni pacto”. La oposición respondió con recriminaciones pero se mostró debilitada, pues el sector más radical, el que ha liderado la protesta callejera, el del detenido Leopoldo López y de la recién destituida María Corina Machado, rechazó asistir a la cita. De “farsa” habló la exdiputada.
Fue un tenso encuentro en el que, al final, las partes coincidieron en que esas seis horas televisadas de reclamos no fueron un diálogo sino un debate en el que exhibieron el modelo de país que desean, una vía que los tiene enfrentados mientras Venezuela afronta desafíos como el desabastecimiento de productos básicos y una inflación del 56 por ciento, la fuga de capitales, el segundo nivel de homicidios más alto de Latinoamérica (53,7 por 100 000 habitantes, según la ONU) y más de 100 denuncias en los últimos 60 días de violaciones de DD.HH.
¿Cómo medir esta situación? Analistas, incluso chavistas, coincidieron en que la dureza de Maduro tiene una razón de fondo. Si se muestra condescendiente, activaría el sector más extremista del chavismo, que no está de acuerdo con las conversaciones, lo que pondría al país al borde del abismo. La recomendación a Maduro del expresidente brasileño Lula da Silva, en el sentido de que debería disminuir el debate político y la tensión para dedicarse enteramente a gobernar y establecer “una política de coalición”, prendió las alarmas de los sectores más duros de la ‘revolución’, que ven en el diálogo una muestra de debilidad.
De otro lado, la oposición no logró que el Presidente diera curso a ninguno de sus reclamos: libertad para los presos políticos; desarme de los colectivos armados; conformación de una entidad investigadora, con participación equilibrada de las dos partes, para determinar responsabilidades de la violencia; y una remodelación razonable de los poderes Judicial y Electoral.