El día 9 de octubre, víspera del Día Internacional de la Salud Mental, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en un comunicado de prensa, se lamenta que 350 millones de personas en el mundo padecen de depresión y que su tratamiento se complica por la estigmatización y la ignorancia, (el comunicado habla de desconocimiento) pese a la enorme difusión sobre este tema.
Estamos más allá de la primera década del siglo XXI y así como es decepcionante ver que el mundo sigue guerreando conflictos religiosos, es igual de lamentable ver que la gente sigue teniendo escozor cuando se habla de salud mental en serio, y digo en serio porque esta área es ‘cancha de goles abandonados’, todo el mundo se puede declarar experto en salud mental y decirle y aconsejarle a la gente qué hacer, cómo resolver problemas y desatar conflictos. Basta con acudir al hipnotizador que le vende la mano maravillosa o al templo en el cual adquieren la botellita de agua del Jordán con la cual enfrentaran sus problemas amorosos o de trabajo y así pararán de sufrir, para no hablar del ama de casa, que ya casó a sus hijas y ahora tiene tiempo de ejercer la implantación de manos, como panacea para todo dolor del alma. Al ser un tabú la enfermedad mental, muchos de los deprimidos no reconocen su enfermedad y no buscan ayuda médica y prefieren ser timados por charlatanes o se resignan a vivir con su mal, pues es designio divino. La OMS dice: “Sólo la mitad de las personas con depresión reciben la atención que necesitan”. Como dice la OMS, mientras más temprano sea el tratamiento mayor será el beneficio de los abordajes psicosociales y farmacológicos efectivos con los cuales cuentan la medicina y la psicología moderna.
Todos, sin excepción, vamos a experimentar tristeza, pero eso no es depresión, pero creemos que de eso se trata, por eso no falta el “hay que sobreponerse”, o “hay que poner de parte”. La depresión no es tristeza, no es duelo, es una enfermedad del cerebro que puede desarrollarse en personas que tienen vulnerabilidad, así como hay otras que frente al estrés desencadenarán problemas de presión arterial, lípidos o gastritis erosiva. Esta enfermedad, en algunos casos, produce la muerte y es por mano propia. Hay deprimidos que encuentran que vivir con lo que sienten es demasiado doloroso, y prefieren poner fin a ese sufrimiento. Esta enfermedad produce una pérdida de capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, y la vida está hecha de la suma de pequeñas cosas, las grandes ocurren dos o tres veces. La depresión provoca ausentismo laboral, somatizaciones de enfermedades, mal rendimiento académico o laboral, problemas familiares, baja calidad de vida, consumo de sustancias o en el mundo actual, propensión al abuso de redes sociales o adicción a la Internet.