La historia nuevamente pasa desapercibida para el Ecuador. Da la impresión que no aprendimos nada de las lecciones que nos dejó en el pasado, principalmente de las épocas de alto endeudamiento externo y de las secuelas en los años 80 y 90.
Al igual que antes, la ligereza y la falta de profesionalismo se repiten. Alto endeudamiento externo, déficit fiscal, aumento desmedido del gasto corriente, crecimiento económico sustentado en sector público y no en el privado, etc.
Sin tomar en cuenta las vulnerabilidades de nuestra economía y la incertidumbre del mercado internacional, el Gobierno ha contratado nueva deuda con China. El 27 de junio concretó un nuevo crédito por USD 2 000 millones. El criterio político ha prevalecido sobre el criterio técnico y estratégico en decisiones fundamentales del Estado.
Nuestras obligaciones con China han crecido exponencialmente en menos de cuatro años. Actualmente le debemos cerca de USD 7 271 millones. De los 11 millones de barriles de petróleo que Petroecuador produce al mes, el 50 % se destinará al pago de créditos bajo la modalidad de venta anticipada de petróleo. Así disfraza la obtención de nuevos créditos a partir de la hipoteca de nuestro petróleo. Si antes firmábamos cartas de intención con el Fondo Monetario Internacional, ahora empeñamos recursos por dinero. Eso es soberanía en tiempos de la revolución ciudadana.
De acuerdo a las declaraciones del ministro de Finanzas, Patricio Rivera, este crédito ha permitido fortalecer nuestras relaciones financieras con China. Significa también, como ha dicho, “no tener concentrada la canasta (petrolera) solo en EE.UU. sino diversificar incorporando un nuevo actor al juego”.
Realmente no veo qué ganamos como país. En primer lugar, este préstamo que se entrega al Ecuador se produce a un interés elevado a nivel internacional (6,9%) y se lo realiza poniendo como garantía petróleo. Es decir, hipotecando nuestros recursos. En segundo lugar, que nos compre EE.UU. o China no tiene relevancia. Preocupa, más bien, que así como nuestro petróleo va a ir en mayor cantidad a China, la deuda con ese país sea elevada. Es decir, dependencia comercial y elevada deuda externa significarán sometimiento y vasallaje a la nueva potencia económica mundial. La lógica de quienes nos gobiernan se reduce a salir de unas relaciones de dependencia para caer en otras. El imperio chino es mejor que el yanqui.
Más preocupante aún es el futuro que va a tener este crédito. ¿Será usado, sin mayor análisis, para pagar gastos corrientes disfrazados de inversión? ¿Hasta cuándo tendremos que seguir soportando la feria de los recursos del Estado con tanta irresponsabilidad y falta de criterio?