Destrucción sistemática
Años, generaciones, fueron necesarios para que el Servicio Exterior ecuatoriano se profesionalizara y, en consecuencia, adquiriera la eficacia y el prestigio que nacional e internacionalmente se le reconocieron. Y ha sido suficiente algo más de un lustro para convertirlo en un botín político del Gobierno de turno.
Todo comenzó con las mofas hirientes para despertar en el pueblo la risa cómplice y el deseo de revancha: ¡momias cocteleras!, ¡aristocracia decadente!, ¡vagos de profesión! Siguió la arremetida contra la Junta Consultiva de Relaciones Exteriores, heredera de la Junta Patriótica de González Suárez, de ilustre nombradía.
No podía, no debía oponerse a la voluntad presidencial cuando de nombrar embajadores se trataba, ni cabía consultarle sobre temas internacionales en los que la autoridad tenía ya su propia versión, infalible, avalada por asesores extranjeros. ¡Fuera con la Junta Consultiva! Se dijo, luego, que para la profesión diplomática la preparación no era necesaria tanto como otros factores que fueron colocados por encima del conocimiento y experiencia.
No estuvieron ausentes las coincidencias políticas. Se adujo que la Academia Diplomática no confería títulos y se la trasladó bajo la dependencia del Instituto de Altos Estudios Nacionales en donde -como se ha revelado públicamente- se vive una crisis generada por favorecer a los hermanos ideológicos en perjuicio de los hermanos ecuatorianos.
Ya no existe la Academia Diplomática ni, en consecuencia, se pueden preparar los nuevos funcionarios que han venido a copar oficinas y puestos de trabajo en donde antes se pensaba en servir al país y no a un proyecto político. Más de 100 secretarios han sido incorporados recientemente, después de haber asistido al IAEN.
Nombramientos represados de embajadores -¡28 de un solo plumazo en el último Decreto!- han creado el problema de no saber qué trabajo asignarles y en dónde. Tenemos seis embajadores en Suiza y dos en varios países, especialmente en América Latina.
Nada de esto se comenta oficialmente, pero la crisis institucional es evidente. El espíritu de mística y entrega patriótica al servicio público que se respiraba en la Cancillería está ahora adormecido por una cierta explicable resignación alimentada por el temor.
El Informe de Labores a la Nación, que antes se presentaba al pueblo ecuatoriano, ha sido sustituido por un elegante libro de pasta dura, de papel cuché, en la extensión completa de cada una de cuyas 250 páginas luce en todo su esplendor revolucionario el ministro Patiño en distintas poses y variados atuendos, en bicicleta y con guitarra y, al pie, la leyenda que indica dónde fue tomada la histórica fotografía. Usted conocerá así, respetado lector, en 250 imágenes, lo que ha hecho el Canciller.