Destino: Unasur

Solo hace falta ver el mapa de Sudamérica, o recordar las luchas y los mensajes de los libertadores, para darse cuenta de que la integración es el destino de nuestro subcontinente. No porque se lo haya repetido una y otra vez, deja de ser verdad que debemos integrarnos con nuestros vecinos para enfrentar el futuro.

Para lograrlo se han dado pasos. Los más firmes fueron los acuerdos subregionales de integración: el Pacto Andino y Mercosur. Ahora se destaca mucho sus falencias, pero no se debe olvidar sus éxitos. Los dos mecanismos han permitido un acercamiento entre nuestros países que hace pocas décadas parecía imposible. Se ha logrado mucho en desarrollo institucional, comercio intrarregional de productos con alto componente de trabajo incorporado, políticas comunes, uniones aduaneras parciales y mercado común.

El proceso nos llevó a constatar que los espacios de integración deben ampliarse. Por ello se planteó el gran objetivo sudamericano. Pero para llegar a ese objetivo se debe aprovechar el camino ya recorrido, los avances logrados. La unión de Sudamérica debe articularse a partir de la convergencia de los dos procesos de integración que están en marcha, dándole al mismo tiempo el peso y la autoridad necesarias a la Unión de Naciones Sudamericanas, Unasur.

Pero ninguno de esos dos recaudos se están tomando. Por una parte, se ha optado por desmantelar la Comunidad Andina, sin buscar un proceso claro de transición ordenado a Unasur. Por otra parte, ese nuevo organismo desfallece en sus inicios por falta de iniciativas y de competencias.

En la evaluación realizada sobre los organismos de la Comunidad Andina, el resultado sobre la Corporación Andina de Fomento y la Universidad Andina Simón Bolívar fue muy positivo. El Consejo Andino de Ministros resolvió promoverlas. Se detectaron, en cambio, limitaciones en otros organismos. Pero el Consejo, en vez de tratar de superarlas, tomó la decisión de reducirlas o suprimirlas. Tal fue el caso del Parlamento Andino, cuyo principal problema es que no tiene suficientes atribuciones. La solución es dárselas. No prescindir de él, porque es el componente de participación democrática en el proceso.

Unasur nació con grandes expectativas. Pero desde el inicio se constató que los gobiernos no querían un organismo de integración de naturaleza supranacional, sino un foro o una instancia de cooperación. Desde el establecimiento de la sede de Unasur en Quito, la secretaria general colombiana desplegó una acción importante, pero su sucesor venezolano se ha destacado por la ausencia y la paralización. Ahora se ha trabado la designación del nuevo secretario.

Sin embargo, hay que seguir adelante. La integración no es fácil, demanda muchos esfuerzos y renuncias, pero vale la pena.

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